Embarrados

Buenos Aires. 7 de Marzo 2007

En el verano del 2007, pasadas todas las temporadas, con mis amigos decidimos irnos una semanita a una casa que pertenecía a la abuela de uno de los chicos, en Villa Giardino, en Córdoba.
Íbamos a estar solamente nosotros, porque la abuela también aprovechaba la fecha para irse a la costa. Éramos dos chicas (yo y Ceci) y tres chicos (Martín, Adrián y Buni –apodo-).
Los cinco somos amigos desde la secundaria. Compartimos amigos en común incluso, y salimos muy seguido desde entonces. Salvo Adrián con Ceci, que se dieron unos besos en algún momento, entre los demás nunca pasó nada. Más que nada porque no daba.

En los primero tres días, disfrutamos un montón yendo al río, a bailar a la noche, comprábamos y cocinábamos diferentes cosas y estuvo bárbaro para mí, que cuando viajo me suelo instalar en hoteles con desayuno y voy a comer a lugares donde te hacen la comida. Era algo nuevo todo esto.
La casa tenía un fondo con jardín, algunas flores, árboles y mucho pasto. Todavía ni lo habíamos pisado, porque para tomar aire o sol íbamos al río.
Al cuarto día sí, porque nos levantamos tarde por salir la noche anterior, así que comimos como a las 5 de la tarde y ya para esa hora no teníamos ganas de hacer nada. Fuimos al jardín con un par de sillas y reposeras que habían por ahí, y nos tiramos. Algunos a descansar, otros a charlar o a jugar a las cartas.
Yo estaba vestida como para ir al río, con una maya y un pareo encima. Ceci estaba vestida más o menos como yo, y los chicos con mayas, algunos con remera, otros no. Me acuerdo que me estaba quedando dormida, ¡cuando siento un chorro de agua fría en el cuerpo!. Era Buni que se había puesto a jugar con la manguera, y nos mojaba… lo queríamos matar, le gritamos enojadas, pero como todos se empezaron a reír, no nos quedó otra alternativa que aceptarlo con humor. Igual el juego se centró en los varones, que mojando todo con la manguera y pisoteando el pasto, en poco tiempo formaron un barrial. Tirándose agua y barro, decidieron hacer luchas entre ellos.
Con Ceci los mirábamos y nos reíamos. Estaban revolcándose, agarrándose, tironeando, gruñendo… ¡era un desastre! Después nos empezaron a llamar y a alentar para que participemos, pero preferíamos mirar… así que nos tiraron unas bolas de barro justo donde no nos queríamos ensuciar: ¡¡el pelo!!
A mí me dieron unas ganas terribles de matarlos a todos, así que sin pensarlo siquiera me mandé a pegarle a Martín, que era el que me la había tirado. No logré darle ni un golpe que me tomó por las muñecas y me tiró de espaldas al barro. Yo desesperada trataba de soltarme, gritando con los ojos bien cerrados y tratando de no embarrarme más el pelo (en vano, porque tenía barro hasta por las orejas).
No sé muy bien cómo fue con Ceci, pero según dijeron después, mientras se reía de mí Buni la agarró por la espalda y la alzó para después tirarla también al lado mío.
Las dos peleamos un tiempo largo para soltarnos, y al final terminamos agotadas y riéndonos, acostadas en el lodo. Ceci con una mano le enchastró la cara a Buni, que la tenía agarrada de los hombros, y él le respondió. Los dos empezaron a revolcarse en el lodo jugando a quién ensuciaba más al otro, y poco después se formó la lucha, agarrándose y tratando de soltarse. Adrián se metió para ayudarlo a Buni, así que yo me solté de Martín y me metí para ayudarla a Ceci. Martín me siguió y estábamos los cinco formando una montaña de humanos embarrados. Se sentían empujones de un lado, del otro, de repente un apretujón, un codazo. Sentí que me habían manoteado la cola, y antes de decir nada vi que había dos manos enlodadas apresando los pechos de mi amiga.
“¡Ah, bueno!”- exclamé. Le miré la cara a Ceci y si bien parecía un poco avergonzada, no estaba molesta, y se estaba riendo, diciendo “¡Soltame, boludo!, ¡dale!” - “¡Si te gusta!” le respondió Buni. Ella soltó una carcajada y le dijo “Mirá que yo también tengo manos, ¡eh!”. Buni entonces se exaltó y gritó “¡Soltámela, guacha! ¡Viste que te gusta!”.
Mientras pasaba todo esto, los demás seguíamos apretujados y peleando entre nosotros, pero sin sacar la atención de ellos dos. Buni de un tirón le sacó la parte de arriba a Ceci, dejándola en tetas. La miré esperando la peor reacción, pero seguía riéndose. Ella le tiró otra bola de barro y antes de que nadie se diera cuenta se le tiró encima y le bajó los pantalones. Él la tenía durísima, de repente entendí por qué mi amiga no había reaccionado mal… ella ya sabía lo que estaba pasando ahí abajo, y parecía no molestarle.
Los chicos gritaron algunas directas, indirectas, bromas… Buni, así como estaba, la agarró a Ceci y se la apoyó desde la espalda. Con las manos le frotó barro en el pecho y en el vientre. Ella ya estaba en otro mundo, con la cabeza quién sabe en donde, mordiéndose los labios y tratando de pasar la mano por atrás para agarrarle el pene. Cuando lo logró, lo empezó a frotar. Buni agarró la manguera, todavía encendida, para limpiarse un poco las partes. Con Ceci no hizo falta, porque todavía tenía la parte de abajo puesta, así que solamente con sacársela bastó. Desde atrás, la penetró por la vagina. Fue muy rápido para mí, ni siquiera tenía idea que pasara algo entre ellos. Cecilia nunca me había dicho nada al menos, y tampoco lo había notado.
Mirando la escena, de pronto me encuentro con la mirada penetrante de Buni: me mira fijo, después me recorre el cuerpo y, con una seña, me dice que me una a la fiesta. Yo ni siquiera me moví, y antes de cualquier reacción sentí en mis pechos otras manos. Martín me había agarrado con un aire entre divertido y excitado. Nos tiró al barro y otra vez empezamos a pelear. Ya ninguno de los dos tenía ganas de jugar, pero él fue mucho más explícito, manoseándome toda. Yo me dejaba, pero no hacía nada. Escuché gemir a Cecilia, después escuché a Adrián que no quería que lo dejen afuera. Martín le dijo que se acerque, y los dos me empezaron a toquetear. Yo misma me saqué la maya. Ellos se desnudaron también. Adrián me empezó a acariciar el canal de mi cola con su pene, mientras Martín me acariciaba el vientre con el suyo.
Los otros dos, que ya estaban haciéndolo desde hacía varios minutos, soltaron un grito de ánimo y alguno de los dos nos mojó con la manguera. Adrián se levantó para agarrarla y nos limpió un poco en las zonas importantes para el momento… Me quedé arrodillada, con la vista en el sexo de mis otros dos amigos. Las pijas de Martín y Adrián se asomaron por mi rostro y agarré cada una con una mano para tomar el control. Estiré mi lengua para una de ellas… la acerqué despacio, moviendo la puntita y cuando la toqué suspiró Martín. Muy despacito recorrí uno de sus bordes, desde abajo hasta arriba, y desde la punta hacia el medio. Volví a la punta, siempre deslizando la lengua, y cuando llegué me la comí. La puse entera en mi boca y toqué con mis labios la base púbica.
Adrián estaba desesperado. Lo notaba por la forma frenética en que me agitaba los pezones con una de sus manos y con la otra intentaba darme placer en el ano, mientras yo sostenía su miembro seco.
Manteniendo mis ojos cerrados, saqué de a poco el pene de Martín, y cuando lo tuve afuera lo escupí. Lo froté un poco con la saliva y abrí mis ojos para encontrarme con la mirada satisfecha de mi amigo. Él al verme abrir los ojos se mordió los labios y echó su cabeza para atrás. Un último lengüetazo barriendo el frenillo y llené mi boca con la pija de Adrián esta vez. Con él quise ser menos delicada, más efusiva. Del principio la puse adentro de mi boca, encerrándola entre mis labios para hacerla prisionera exclusiva de mi lengua, y así jueguen las dos, calentitas, adentro de la boquita. Miré fijo a Adrián y él parecía poseído, embobado, incrédulo de lo que estaba pasando. Llevé mi cabeza para atrás y arranqué un movimiento de adelante hacia atrás, para darle a cogerme la boca.
Como soy dedicada, tenía mi atención total en mi trabajo bucal. Pudo haber pasado cualquier cosa que no me habría dado cuenta, y en efecto algo pasó. Yo traía la cabecita de Adrián haciendo bulto en una de mis mejillas, y ahí mismo, lamiendo el pene de Adrián a través de mi cara, siento una lengua. Con sorpresa me encontré con la mirada de Cecilia que parece que había dejado satisfecho por un rato a Buni. Otra vez adelanté mi cara para dejar abultar el glande a través de mi mejilla, y otra vez sentí a Ceci lamiendo. Me quedé en esa posición unos segundos y poco a poco empecé a sacar mi piel de entre la lengua de mi amiga y el glande de mi amigo. En cuanto el pene estuvo afuera, Ceci se prendió a él como si no hubiera chupado uno en años. Pude ver un par de movimientos que me parecieron muy profesionales antes de darme vuelta para seguir satisfaciendo a Martín.
Con Martín había estado jugando a ser más delicada, así que volví al juego. Lentamente le pasé la lengüita por las bolas. Las succioné y las apreté con los labios. Volví a escupirle la puntita y a frotársela. Sentí que me mojaban la cola con la manguera, pero no me di vuelta. Alguien me lamía por encima de la cola y poco después el ano. Cuando escuché los gemidos, supe que era Ceci, que mientras me chupaba estaba siendo cogida por Adrián. Sabía que trataba de ser delicada, pero por la penetración no lograba mantener la suavidad, y cada tanto sentía el empujón de su cara estrellándose contra mi cola.
Martín se recostó en el barro y se deslizó hasta poner su miembro a la altura de mi vulva. Solamente me tenía que sentar encima. Me costó un poco, pero en cuanto me senté sentí la felicidad en mi vientre.
No hacía mucho que no lo hacía, pero sentir en ese momento la penetración me causó más placer que muchas otras veces. Quizá por la velocidad, el vértigo de la situación, o porque ni siquiera estaba preparada, porque eran mis amigos, porque… no sé, pero me sentí llena de placer.
Salté con toda la energía que tenía, tratando de hacer llegar la punta de ese pene lo más profundo posible, mientras Cecilia se lo lamía para seguir de largo hasta chupar mi cola. Una y otra vez, repetida y compulsivamente el mismo movimiento de la lengua, de abajo hacia arriba.
Creo que fue ella misma la que sacó el pene de Martín de adentro mío y lo empezó a chupar. Yo me levanté, me agaché con ella y la ayudé. Éramos dos para uno, y nos lo repartíamos como podíamos: cuando yo me iba a la punta ella bajaba, y cuando ella iba a la punta yo bajaba. Algunas veces las dos nos íbamos a la punta, cruzando circunstancialmente nuestras lenguas, otras veces las dos bajábamos y nos peleábamos por cuál acaparaba más con la boca.
Buni volvió a escena, metió un par de dedos en mi vagina y después introdujo lo suyo. Era más grande que el de Martín, y la diferencia se notó. Empezó a darme duro, con fuerza. Martín se levantó y se puso atrás de Cecilia. Adrián se acostó en el lugar de Martín.
Nosotras dos solamente teníamos que recibir y darle lengua a la pija de Adrián. Martín se la ponía a Cecilia y Buni a mí.
Buni era muy bueno en lo que hacía, y a veces me desconcentraba de mi tarea como chupadora, por lo que en esas ocasiones Adrián recibía bocanadas de mi aliento en vez de a mi lengua. Cecilia empezó a tomar el control oral. En poco tiempo hizo brotar el semen de Adrián, que salía a montón… ella se metió lo que pudo en la boca, y el resto se le corrió por la mano. Lo que tenía en la boca lo escupió y lo de la mano se lo pasó por la cara, bajo la mirada aprobadora de Adrián. Yo le pasé la mano por la cara, y con los dedos un poco empastados, me froté la cola.
Con eso, Buni pareció endurecerse un poco más, y le imprimió más fuerza al movimiento. Se escuchó el gemido de Martín y al instante el de Cecilia. Ella abrió grande los ojos y cuando Martín soltó un gemido fuerte y entrecortado, los cerró. Él suspiró y supe que había eyaculado adentro de mi amiga.
Buni era el único que no paraba. Me dio a mí hasta dejarme contenta. Yo misma le pedí que no siga.
Busqué mi ropa y me la empecé a poner. Los demás estaban todos desnudos y Cecilia y Buni empezaron a hacerlo de nuevo entre ellos.
Me fui a la cocina después de un manguerazo, y me siguieron Adrián y Martín. Ellos dos no se pusieron la ropa. A través de la ventana vimos cómo los otros dos seguían la fiesta, totalmente embarrados. Martín me besó y yo lo besé. Adrián lo imitó, y también lo besé. Los dos la tenían floja y ya no pasaba más nada. Los dos salieron de la cocina y yo me quedé mirando a los chicos como terminaban. Vi que Cecilia se estaba arrodillando con la lengua afuera para recibir la descarga. Quería prestarle especial atención a ese momento, pero Martín llegó corriendo por atrás mío, y agarrándome de un hombro me tiró al suelo. Para mi sorpresa la tenía otra vez erecta, se pajeó a unos centímetros de mi cara por un par de segundos y me tiró más semen en la boca (que yo mantenía cerrada). Me lo quedé mirando perpleja, no sabía si enojarme o cómo tomarlo. Él se empezó a carcajear y salió otra vez de la cocina. Antes de poder limpiarme la cara entró Ceci, bastante embarrada y con algo de semen entre los labios. Me vio en el piso y apresuró el paso, se arrodilló a mi lado y me empezó a frotar su cara con la mía, revolviendo el semen entre nosotras. Me dio una lamida del mentón al pómulo y también se fue. Al toque entró Buni, me ayudó a levantarme y me dijo “Después te reviento a vos…”.

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