Primera experiencia swinger

-por Pablo-
Buenos Aires. Enero de 2011

Bueno, en una breve presentación, les cuento que mi nombre es Pablo, tengo 28 años y estoy transitando una etapa de experimentación sexual muy interesante y que se la recomiendo a quien se me cruce! Ja!
Tengo algunas amigas con las que mantengo relaciones sexuales, y una de ellas en particular se asemeja mucho a mí en cuanto a los apetitos carnales. Tanto así que cuando la empecé a conocer ella me contaba que ya había experimentado tríos sexuales, tanto con dos hombres como con otra pareja hombre-mujer. Inmediatamente captó mi atención, es una fantasía recurrente en muchos hombres y no me excluyo. Vale aclarar que yo jamás me salí del uno a uno en cuanto a sexo. Al notar que ella también se entusiasmaba con la idea de repetir la experiencia, empezamos a diagramar formas de concretar un trío, principalmente con una mujer, que era lo que a ambos más nos atraía.
Cuento esto a modo de presentación, pues nuestros intentos de tríos fueron bastante fallidos. La cuestión es que al poco tiempo mi amiga (su nombre es Laura) tuvo la escabrosa y brillante idea de asistir a una fiesta swinger.
Tomé enseguida la oferta, y al poco tiempo ya teníamos cita para encontrarnos en la esquina del club swinger elegido. Nos saludamos y, admitiendo nuestro nerviosismo, que era mucho, nos dispusimos a entrar.
Nos habían advertido que era noche nudista o semi-nudista, con lo cual nos dejaron en prendas interiores. Yo no me sentía nervioso, no me temblaban las piernas, ni la voz, y mi cabeza estaba tranquila, sólo observándolo todo y haciendo algún comentario chistoso que otro (mi forma de evadir la realidad, supongo!). Laura por otro lado parecía más insegura que yo, con los ojos bien abiertos y diciéndome cada tanto lo rara que se sentía. Hasta el momento no era mucha la rareza que nos rodeaba, sólo gente desnuda o semi-desnuda… y, bueno… cada tanto alguna mujer practicándole sexo oral a su pareja.
Puesto que habíamos entrado muy temprano, evidentemente, por la poca acción alrededor, decidimos quedarnos unos momentos observándolo todo, tratando de tomar el control de la situación. Como dije, yo no me sentía nervioso en lo más mínimo, pero la canalización de mis nervios estaba donde menos la necesitaba esa noche: no conseguía una erección!

Cambiamos de ambiente un par de veces, hasta que por fin nos sentamos en un sillón, en una de las habitaciones que en ese momento estaba más habitada (digamos, unas tres o cuatro parejas más). Laura y yo seguíamos en nuestra pose de observar y comentar, ajenos a todo. Lo que sí, empezamos a notar cuerpos femeninos hermosos. Colas perfectas, firmes; pechos grandes (muchos operados, pero en ese momento eran dignos de ser vistos); y además de rostro eran bellas. De los hombres no se podía decir lo mismo. Habían muchos mayores (así vinieran acompañados de chicas jóvenes) otros no tanto, pero sí barrigones, o muy peludos, o simplemente con una imagen poco llamativa. Por la palabra de la propia Laura, sólo dos o tres hombres eran rescatables de todo lo que se vio esa noche.
Bien, no quería extenderme, pero lo cierto es que la noche misma se extendió muchísimo. Pasamos largas horas en esos sillones, sentados, mirándolo todo, que poco a poco iba gestándose. En base a la observación, aprendimos un poco el código: vimos una pareja que se puso en situación, y otra de al lado que los imitaba. La pareja que los imitaba, la mujer, estiró la mano hasta tocarle el pecho a la otra mujer. Poco después, ésta última estiró su mano para devolver el mensaje. Esto significaba que las parejas no tenían problemas en unirse.
No llegamos a ver muchas situaciones fuera de lo común. Por ejemplo, lo más raro de ver era una mujer con dos hombres. Lo que logré ver dos o tres veces en diferentes momentos de la noche. El resto era mujeres con mujeres (y sus respectivas parejas masculinas penetrándolas a la vez).

Como dije, pasaron horas. Decidimos que si no empezábamos a tener sexo, o al menos insinuarlo (a mí todavía no se me paraba) no íbamos a logar ningún tipo de intercambio. De modo que saqué los dos grandes pechos de mi amiga de su ropa de encaje, y se los empecé a chupar. Ella empezó a gemir y yo bajé a su sexo. Notaba que varias personas se habían ya puesto a mirarnos, y también notaba lo flácido de mi miembro, contra toda situación excitante. Me puse de pie, con una pierna en el sillón, y ella me descorrió el boxer y se la puso en la boca. Los intentos eran muy buenos por su parte, yo sentía el placer, pero no lográbamos nada. En algún momento una de las parejas jóvenes que tanto mi amiga como yo ya habíamos destacado, se nos acercó. La chica era muy delgada, de pechos tímidos, pero abultados, y una cola redonda preciosa, con un tatuaje al final de la espalda. Le calzaba una bombacha negra que me vi tentado a descorrer la mayor parte de la noche. Él era alto, de barba. Menudo, pero a la vez fibroso. Ella tocó los pechos de mi amiga. Y él también. Laura respondió al instante, y la chica acercó su cuerpo tímidamente. Le acaricié la cola y el vientre, y amagué ir con mi boca, pero cambié la dirección hasta el cuerpo de Laura. Para cuando volví la cara, la pareja se había ido (“Histéricos” pensamos).
Seguimos intentando atraer gente, pero ahora sólo venían viejos y demás que les teníamos que sacar la mano, porque no parecían entender la falta de respuesta como una negativa.
Con Laura habíamos inventado un código interno: si la pareja que se acercaba no nos gustaba, nos hacíamos un pequeño pellizco. Si nos gustaba, una palmadita. Pero lo cierto es que a partir de que aclaramos las estrategias y tomábamos control de la situación, las parejas alrededor iban terminando, o cambiando de cuarto, o empezaba a abundar mucha gente mayor.
Vale destacar que ya hacía largo rato que nos habíamos resignado a la sola experiencia de haber estado ahí, ya de por sí como un valor positivo. Si no pasaba nada en toda la noche, ya era justificable. Y así, resignados, nos tiramos en un sillón a tocarnos con desinterés las partes erógenas cuando vi pasar una morena hermosa, de buenos pechos, redondos y firmes… y una cola menuda, bien curvada. Ella y su pareja (que jamás pude terminar de ver), se acostaron en una colchoneta, cerca nuestro, a un brazo de distancia. Junto a ellos, había otra pareja, que hacía ya largo rato estaban cogiendo. Le dije a Laura que mire la situación, así que estábamos de espectadores. Una tercer pareja se puso a los pies de la colchoneta, y la animé a mi amiga a hacer lo mismo, le dije: vamos por la morena!
A los pies de la colchoneta, Laura pasó una mano suave por la espalda de nuestra elegida, quien ya había empezado a tocarse con la chica de la pareja al lado nuestro. La morena alzó su torso para besar los pechos de la otra mujer, y Laura aprovechó para apoyar sus dos tetas grandes por su cuerpo. Vi la sorpresa en la cara de la morena, pero no vi reacción positiva concreta. De hecho, yo creí notar que no quería saber nada con nosotros, y sí con la pareja de al lado… hasta que vi su boca prendida al pecho de mi amiga. Ellas empezaron a besarse con mucha calentura, y yo metí mi lengua entre ellas, que me aceptaron de muy buena gana. Laura bajó a lamer los morenos pezones, y nosotros continuamos el beso. Un beso pasional, suave por uno momentos, furioso en otros… Levanté una mano hacia su cabeza, y noté el hermoso pelo que tenía, en motas. Cuando empezó a gemir por los favores de Laura, noté un acento peculiar, un acento brasilero.
Yo estaba muy caliente, demasiado, y mi pija respondía a medias. En cuanto se erectó un poco, me puse un preservativo y penetré a mi amiga. Ella gimió, y la morena me miró a los ojos en un gesto que me resultó de una ternura extrema, como una mezcla de cariño y de estar pidiéndome algo, mordiéndose el labio inferior. Incliné entonces mi torso y volví a besarla. Tenía los labios suaves, preciosos. Bajé a su pecho, y Laura se unió a mí, y nuestras lenguas se rozaban con su pezón en medio.
La pareja de al lado nuestro había perdido su protagonismo hacía rato, y ya no estaban. Decidimos cambiar la posición, y yo me acosté en la colchoneta. Saqué el preservativo y Laura se la metió entera en la boca. La pareja de la brasilera se levantó (había estado todo este tiempo recostado, mirándolo todo, pero sin hacer nada) y se la empezó a meter, con lo que la morena empezó a gemir de nuevo. Yo sólo quería que la pase muy bien, ya que su calidez me había generado un enamoramiento fugaz. Así que mientras disfrutaba la penetración de su pareja, yo pasaba mi mano por su vientre, sus pechos… con delicadeza, pero apretando fuerte cada tanto, rasguñando un poco. Le toqué el brazo y ella con una de sus manos aferró la mía. Por mi parte, ya se me había parado, y Laura hacía un trabajo oral increíble. Se incorporó e invitó a la brasilera a participar del sexo oral, pero ésta no respondió.
Escuché que el hombre estaba acabando, gimiendo fuerte, mientras la morena se lo pedía, hasta que eyaculó. La morena se calmó, él se paró y ella lo despidió por el momento, quedándose conmigo. Me miró a los ojos, de nuevo con esa mezcla de ternura y deseo. Miró a Laura que seguía chupándome, volvió a mirarme con intensidad y me acercó la boca para besarnos. Daba unos besos hermosos, cálidos y húmedos. Ella cada tanto levantaba su boca y miraba mi pene. Deduje que intentaba darme placer oral hasta que Laura me hiciera acabar. Yo, mientras se levantaba para mirar, tomaba uno de sus pechos y me dedicaba a él, y la veía levantar la cabeza y disfrutarlo cada vez. Y bajé a su vientre, a su ombligo. Pero nada era como su boca, así que volvíamos a besarnos.
Yo no acababa, no quería ciertamente, lo estaba disfrutando. Ella se levantó y empezó a ponerse el corpiño casi a la vez en que cayó otra pareja por detrás de mi amiga. Despedí a la morena con un beso de boca, y por el rabillo del ojo vi que una mano femenina apretujaba las tetas de Laura. Seguí el brazo y encontré una mujer jóven, de prominentes pechos, un cuerpo grande, candente, muy llamativo. El pelo lacio, negro, largo y tupido. Un flequillo que le coronaba los ojos claros. Su cara, a diferencia de la brasilera, no presentaba signos de ternura: era la lujuria personificada. Traía la mueca de quien disfruta lo que es capaz de producirle a otro… con cierta morbosidad y desenfreno, mientras acariciaba el sexo de mi amiga. Laura me soltó la pija y se volvió boca arriba, dejándose penetrar por la lengua de la lujuriosa, quien le descorrió la bombacha de encaje para lograr mejor su cometido. Me acomodé, y chupeteé sus pezones para aumentar el placer. La escuché gemir y me acerqué a su boca, la escuché gemir de nuevo, y mucho más de lo usual (o eso me pareció), con lo cual le susurré al oído: “Esta mina la tiene más clara que yo, me parece!” repondiéndome con una risa distraída.
Yo alternaba mi lengua entre un pezón, el otro, y la boca de mi amiga, y llevaba mis dedos a su clítoris, donde eran lengüeteados por la zorra de los ojos claros. Su mano estaba a pocos centímetros de mi pija, apoyada en el cuerpo de Laura. Intenté que me toque, acariciándole la mano, insinuándole… mostrándole que la tenía cerca… pero ella estaba concentrada en el sexo de mi amiga. Evidentemente sabía lo que hacía, y a pesar de los nervios de Laura, la hizo tener un orgasmo. Laura, después de contraerse por largo rato, se incorporó agradecida a besar las tetas y la boca de la zorra, que empezó a ser cogida por su pareja, ahí, en cuatro patas como estaba. Laura se puso debajo de sus dos tetas, que se bamboleaban de adelante hacia atrás. Yo le besé la boca, y ella me respondió, pero con mucha más violencia que la brasilera. Además que la fuerza del empuje de la penetración, hacía que cada tanto nuestros dientes golpearan los labios. Aun así, accidentado, era demasiado excitante.
Mi situación volvía a ser flácida, sin embargo volví a cambiar de posición, abriendo las piernas y dejando la cabeza de Laura entre ellas. Volví a sacarla del boxer y la apoyé en la mejilla de mi amiga. Ella, desde su posición, aun boca arriba, buscó con la boca hasta encontrarla y comérsela. Eché una mirada al cuerpo de la zorra, que estaba siendo cogido. Traía una tanga roja, estaba sudada. Laura la invitó a unirse al felatio. Yo no veía las respuestas de la zorra porque le tapaba el rostro el pelo. Vi que Laura se llevó los dedos a la boca, se los chupó y se los dio a chupar a ella. Luego de eso lo llevó de nuevo a mi pene y le repitió que se uniera. Al fin vi como su cabeza descendía y como se empezaban a besar con las lenguas y mi pene en el medio. Yo no podía creer ni el doble oral, ni que todavía no se me parara del todo!
Pasé mi mano por el cuerpo traspirado de la zorra, hasta llegar a su cola. Estábamos todos muy calientes. Su pareja se había ido a sentar a un lado, y sonriente aplaudía la situación. Laura siguió concentrada en mi glande y la otra bajó a chuparme las bolas. Cuanto más notaba que esa chica estaba ahí sólo para mi pija, más cómodo me sentí y más se me empezó a hinchar.
Ella dijo “Vamos más allá”, refiriéndose a la profundidad que tenía la colchoneta, detrás mío (ella estaba prácticamente al borde opuesto). Yo me corrí tanto hasta apoyar mis hombros en la pared, para poder mirar mejor la escena. Vi como las dos se acercaron gateando hasta mi, y apoyaron sus lenguas en mi pija. Las deslizaban de un lado a otro, frenando cada tanto en el glande para moverlas rápidamente, haciéndome gemir desesperado. La zorra se la sacó a mi amiga de la boca y se la metió hasta el fondo de la garganta por unos segundos. La sacó exhalando con violencia y me miró a los ojos con esa sonrisa lasciva que había ya notado mientras masturbaba a mi amiga. Laura volvió a mi glande y ella a las bolas. Luego estaban las dos besándose con el glande en medio, y sin que yo diga nada, las dos sacaron la lengüita y la dejaron quieta. Veía la lengua de Laura, pero ella debía estar muy concentrada o mirando cómo la chupaba la otra, porque no le veía los ojos. La otra sin embargo no me sacaba la mirada de zorra insaciable de encima, con su lengua preparada. Yo ya quise acabar, así que pregunté en voz alta, alterado mi tono por la excitación y el movimiento de la fricción auto-inflingida: “Ya quiero acabar… cómo hago…” la zorra no dijo nada, siguió moviendo la puntita de su lengua, esperando el chorro. Aun así no quise ser descortés, y pregunté con más firmeza: “…Voy a acabar. Puedo…?”, a lo que las dos chicas al mismo tiempo respondieron con una afirmación gemida. Miré los ojos de la zorra, y sus lenguas apoyadas en la puntita de la pija cuando vi brotar toda la leche, que les salpicó las bocas. Se empezaron a besar entre ellas, sin limpiarse, mientras yo las miraba, todavía erecto. La zorra me miró de nuevo a los ojos, miró de nuevo mi pija y me dio otra chupada entera, primero la punta y después las bolas. Me dedicó una sonrisa pícara y se recostó. Yo hice lo mismo, junto a Laura.
Mi alma se había ido por un rato, así que tardé en incorporarme. Al hacerlo no podía otra cosa que compartir mi alegría, y con la otra pareja nos cruzamos un par de palabras, entre las cuales admití que era la primera vez que venía, y que de hecho, de los nervios, no se me había parado hasta hacía un ratito nomás. El tipo dijo que era taxi-boy, y que estaba algo cansado del sexo (cosa comprobable, ya que no se había metido en la fiesta). Notamos que alrededor ya no quedaba nadie, y al ratito cómo aparecía gente de limpieza. Ya era hora de irse (tres y media de la mañana). Al salir, con mi amiga Laura no cabíamos en nosotros mismos de lo increíble de la experiencia, tanto por lo bueno que fue de por sí, como porque realmente había llegado un punto en que esperábamos irnos con las manos vacías. Además, el plus de haberlo ‘logrado’ al tiempo JUSTO previo al cierre del lugar (del cual no teníamos ni idea, como tampoco sabíamos la hora que era adentro).
Por cierto, a la pareja jóven que en un principio se nos acercó, los vimos repetir el ritual con otras parejas, pero siempre quedaron solos…
Una experiencia muy buena, muy recomendable! Saludos!
Pablo.

Dejándome convencer...

-por Shirly-
Buenos Aires, Capital Federal. Agosto 2010

Viajábamos juntas en el mismo colectivo cada vez, y siempre charlando diferentes temas, y entramos en una especie de amistad que me hizo sentir suficientemente cómoda para empezar a contarle muchas cosas de mí, de las que incluso con mis amigas más conocidas no me imaginaba charlar. Me inspiraba confianza, y además de ser unos años más grande que yo, parecía haber vivido muchas más cosas y lo expresaba todo con mucha naturalidad y madurez. Llegué a tomarle cierta admiración y no me limité a hablar de mí, sino que le pregunté miles de cosas!

Mi situación era simple, común… pero para mí era un problema sin solución que me tenía en vela muchas noches: Salía con un chico desde hacía 5 años; él un amor, siempre acompañándome en todos los momentos y buscando lo mejor para mí. Yo lo amaba -o así creía- pero a la vez me hablaba con otros chicos por internet, jugando, imaginándome cosas con ellos, y ellos conmigo, y dándolas a entender entre dobles sentidos y bromas.

Conociendo a mi nueva amiga, me vi libre de confesarle todas estas cosas, y me di cuenta que tenía muchas más ganas de “estar con otros” de lo que me animaba a admitirme a mí misma! Ella además de inspirarme tanto respeto, me contó que a mi edad le pasaba lo mismo exacto! que estaba con un novio de hacía años, que a la vez conocía gente con la que aún así quería estar y… bueno! lo mismo! Me contó que si bien disfrutó su relación, disfrutó mucho más cuando se dio sus gustos… y que ahora no podía dejar de hacerlo con uno, con otro…

Cada vez que nos veíamos nos contábamos más y más cosas, yo al menos… que buscaba su guía. Con la excusa de estudiar juntas, nos empezamos a juntar en nuestras casas, sobretodo en la de ella, que vivía sola y me relajaba para hablarle de lo que se me viniera a la cabeza, que no todo tenía que ver con chicos y sexualidad! pero sí era el tema mas interesante. Me contó de varios encuentros sexuales que tuvo, la mayoría eran impactantes para mí, como ser tener sexo con alguien que conoció ese mismo día, o hacerlo en un lugar público, o solamente estar con más de uno por semana. Todo tan extraño, como entrando a un nuevo mundo que lejos de espantarme, me llamaba cada vez más la atención. Yo no me guardaba mis comentarios de admiración mezclados con envidia (sana) que sentía sabiendo esas cosas de alguien que tenía en frente de mis ojos! aún así, siempre venía la imagen de mi novio a la cabeza y me bajaba de las nubes.

Así pasó el tiempo. Alguna vez llegué a admitirle que consumía marihuana por diversión, y que hasta sabía la receta para comerla en brownies! eso sirvió de excusa para invitarme a su casa a ‘relajarnos’ un poco. La casa estaba diferente cuando llegué esa vez, quizá porque era de noche, o porque no había libros y apuntes sobre la mesa… o porque parecía todo más preparado, más prolijo, en fin! Le presenté mis brownies y los llevó a la cocina para ‘el postre’. Me senté a la mesa y me sirvió con cerveza y algunas cositas ricas para comer sin llenarse. Los detalles de por sí me encantan, y como era ella la que me los servía, no me podía sentir menos que honrada! o sea, ella, teniendo tanta vida, tal vez habiendo dejado de ver a alguno de sus hombres esa noche, se dedicó a servirme una mesa para charlar conmigo! me sentí muy conmovida y agradecida y se lo hice saber. Ella no hizo más que hacerme callar con humildad y tratándome con mucho cariño mientras traía más cerveza, incluso después algo de vino y fernét. Mucha cultura alcohólica no tengo, así que no tardé en sentir los efectos, sobretodo la hipersensibilidad del cuerpo y la desinhibición de las palabras.

No me acuerdo mucho de la charla, que en algún momento se centró en un tema… pero sí el tema y la esencia. Ella tampoco parecía estar muy sobria, hablaba un poco torpe y le costaba levantarse y sentarse. Cuando trajo otro platito con algo de comida, se sentó al lado mío y me sacó el tema de mis ganas de estar con otras personas, y qué iba yo a hacer al respecto. Seguramente le comenté que no tenía idea… y mientras le hablaba, sin que me diera cuenta, con un tenedorcito me empezó a dar cuadraditos de queso (creo) de la mesa en la boca, que yo comía por inercia porque no tenía nada de hambre ni ganas de comer. Uno de esos cuadraditos que me daba, no entró directo a la boca, sino que mientras yo trataba de enfocarme seriamente en lo que decía, lo empezó a pasar por mis labios con suavidad y sensualidad, y la miré y sus ojos seguían el pedacito de queso y mis labios tocándose… Le pregunté qué hacía, me dijo que nada y se rió. Ella misma se comió ese bocado y ambas nos quedamos calladas, mirándonos. Yo creo que con desconcierto, y ella seguía risueña y con mirada maliciosa, como desafiante. Se acomodó el corpiño y eso me obligó a centrarme en sus dos pechos, que si bien no era la primera vez que los veía, me parecieron enormes.

Después de eso todo se interrumpió cuando ella se levantó para ir al baño y, acto seguido, dijo que le había agarrado sueño. No me sentí echada, todo lo contrario, pero no había ido con intenciones de pasar la noche, así que me pedí un taxi y me fui a mi casa, donde casi no pude dormir por pensar en esa situación chiquita que había ocurrido con mi amiga.

Los días pasaron como si nada, hablando como siempre, encontrándonos a estudiar… pero ahora tenía una nueva duda y me la iba a sacar cuanto antes. Llegado un día, “estudiando” en su casa, salió de nuevo el tema sexualidad, y ahí encontré mi oportunidad de preguntar lo que quería. Creo que incluso ella me dio algún pie que no recuerdo, pero le pregunté si también le gustaban las mujeres. Ella me miró con una mueca exagerada de extrañamiento y con una leve risita me respondió que no era lesbiana ni se sentía bisexual, pero que sí sentía atracción por las mujeres, aunque jamás las cambiaría por un hombre. Le pregunté si había estado con alguna y me respondió que sí, incluso me dijo que había estado con otra mujer y un hombre a la vez! Me quedé perpleja! de ella parecía que podía esperar cualquier cosa, pero a pesar de eso no dejaba de sorprenderme! Y como cada vez que me sorprendía, lejos de horrorizarme me causó entusiasmo y admiración. Le pregunté cada detalle, desde qué había sentido, hasta si lo haría de nuevo y todo lo que se me pasó por la mente! Y de nuevo quise estar en su lugar para probar todo lo que ella había probado. Esta vez no se lo dije -no quería que lo tome como una propuesta- pero ella lo supo. Sin dejarme salir del desconcierto me preguntó algo que me hizo tragar saliva: “Te imaginás vos con otra chica y un chico?”. No, no me lo había imaginado, pero en ese momento todo me vino a la mente en una mezcla de excitación, miedo y sorpresa, porque la pregunta tenía un tinte de seriedad, más que una duda curiosa, me sonó a propuesta. Le respondí un poco para salir de la incomodidad: “Y… el chico me tendría que gustar, y a la chica la tendría que conocer y llevarme bien, al menos… alguien que me caiga bien” y me reí algo nerviosa. “Obvio” me contestó “A ver, ponele si yo fuera la chica?”; le dije “No sé! …Pero, y vos? vos estarías conmigo… y con otro más?” “Si, nena! más bien, sino ni te preguntaría…” “Pero en serio me decís?” “Yo pregunto” me respondió. Le dije que lo tenía que pensar mejor para cerrar la conversación ahí. Me sentía demasiado incómoda, tratando de manejar una situación totalmente desconocida e imprevista para mí. Me mentía a mí misma si me decía que no había pensado en al menos darle un beso a mi amiga… y también deseaba con toda la fuerza de mi libido estar con otros hombres, pero… las dos cosas a la vez jamás se me habían cruzado por la mente y necesité un tiempo para pensarlo.

La siguiente vez que hablamos del tema, fue porque yo misma le saqué la charla por internet. Le pregunté de nuevo qué se sentía estar con otra chica y un chico a la vez, y esta vez me detalló más la situación, y de alguna forma me lo transmitió como algo muy positivo. Le dije que habiéndolo pensado, si tenía que engañar a mi novio con alguien, me gustaría que ella estuviera cerca al menos. Ella me dijo que me iba a ayudar a ‘superar’ mis problemas, que me iba a enseñar otro mundo donde iba a poder ver más claro donde estaba en ese momento y que ahí iba a poder decidir mejor qué hacer con mi vida. También que si bien sabía que todo esto de lejos parecía bizarro y daba miedo, vivirlo era de lo más natural, y que ella conocía gente muy amistosa, comprensiva y con buen humor con la que ‘empezar’. Acto seguido me mostró fotos de un chico en particular, y me describió todo lo que le excitaba de él. Mientras me contaba me excitaba con ella, y llegué a tocarme del otro lado del monitor. Llegué a pensar en un trío con mi amiga y el chico de la foto. Sentirlo tan cerca y tan posible, que solamente hacía falta que yo le dijera “Si”, me hacía sentirlo más… De repente se me ocurrió preguntarle cómo sabía que el chico iba a querer. Primero me contestó que era OBVIO porque nadie se negaba a estar con dos mujeres, y después me confesó que ya lo habían charlado entre ellos! No salía del asombro y la excitación aumentaba. Me dijo que ya le había hablado de mí y mostrado fotos, y que él mismo estaba ansioso esperando que nos encontremos. Sentí todo húmedo el pantalón, y un calor interior que me ahogaba si no tenía un orgasmo… me froté más y más, dejando mi mano quieta, para que sea mi pelvis la que hiciera el movimiento. Mi silla crujía, pero no me importaba quien la escuchara en mi casa. Con mi mano libre, torpemente, busqué en la compu la foto del chico, y una foto de mi amiga, y me toqué pensando en ellos dos, o en los tres. Ella me seguía hablando, recibí 4, 10, no sé cuántos mensajes y por fin dejé de tocarme para contestar (sin llegar a nada). Me decía que lo piense y demás, que si quería incluso podíamos organizar algo en que ellos tuvieran sexo mientras yo los miraba… y si me sentía cómoda participaba y sino no… “sin obligación de compra” me dijo. Al leer eso lo vi todo más real, como algo realmente posible y no tan forzado ni difícil de afrontar. Le acepté la propuesta y le dije que le aclarara a su amigo que era MUY probable que yo no me prendiera, y que no se hiciera ilusiones de más.

Todo se arregló en poquísimos minutos! ese mismo fin de semana fui a la casa de mi amiga y el chico no había llegado. Quise relajarme, pensar en otra cosa, y no podía… pero ella misma me habló de temas que poco y nada tenían que ver con lo que esa noche iba a pasar. “Tocar tierra” en ese momento me aliviaba, me sentía cómoda hablando temas familiares en una situación tan fuera de lo normal y que en el fondo me aterraba en la misma medida en que me excitaba. El timbre sonó. Mi amiga bajó para abrir la puerta de calle y en ese momento quise que me tragara la tierra. Busqué distraerme, pensar en otra cosa, actuar natural… pensar en qué decir… NADA! me paralicé y sentada en la mesa como estaba, puse mi mejor cara de estúpida. Antes de lo que quise, él entró por la puerta, cruzando palabras con mi amiga. Me miró y me saludó con respeto y haciendo algunas bromas leves para romper el hielo, de las cuales me debo haber reído como una hiena en celo! porque cuando me pongo nerviosa paso pura vergüenza. Se sentó a un lado de la mesa y siguió conversando con mi amiga, mientras ésta iba de un lado para el otro de la cocina buscando con qué servirnos. Finalmente se sentó a la mesa en una merienda que me pareció de lo más amena. El muchacho parecía simple, tranquilísimo. No le noté ni pisca de nervios, ni de ansiedad. Parecía disfrutar la comida y tomaba de su mate con una lentitud casi exasperante (al menos para mí, que experimentaba todo lo contrario). Mi amiga por su parte también parecía muy tranquila, sobretodo hablando con él, sin embargo cada tanto me miraba y yo notaba que por dentro se estaba preguntando cómo iba a resultar todo eso, mientras quería averiguar cómo me sentía yo. Noté que la mayor parte del tiempo evité mirar al muchacho, creo que por la timidez que sentí, si bien no soy tímida. Él se las arreglaba para que esto no ocurra por mucho rato, ya que en la forma en que hablaba hacía parecer que era totalmente necesario mi aporte al tema (repito, toda una cadena de temas que nada tenían que ver con el sexo).

Las cosas se demoraron muchísimo más de lo que esperaba, incluso me pareció que el tiempo no pasaba más. Por fin en algún momento hubo un movimiento en la mesa, pero fue mi amiga que se levantó por algo que hacía falta. Al volver se sentó al lado del muchacho, quien seguía hablando y tomando mate con tanta tranquilidad, o creo incluso que me estaba sirviendo agua en un mate para mí, cuando veo un movimiento de soslayo y al seguirlo la mano de mi amiga, sin previo aviso, sobre el bulto de su amigo! No veía la terminación del brazo por la misma mesa, pero se adivinaba lo que estaba pasando por el movimiento de su hombro, y por las caras de ambos: él parecía apenas sorprendido y con una leve mueca de contento, y ella tenía los ojos cerrados y los dientes bien apretados se le veían entre los labios tensos, apenas abiertos. Ella ya se había compenetrado, pero ahora él sí parecía algo incómodo. No me miraba, pero parecía tener buena atención puesta en mí. Ella se puso debajo de la mesa y la perdí de vista… por lo evidente de la situación supe que ya se la había puesto en la boca, y él en una inspiración fuerte reclinó la cabeza para atrás y ahora sí pareció relajarse. Cada tanto volvía la cabeza al frente y se miraba sus partes, quizás para ver qué trabajo estaría haciendo mi amiga que le gustaba tanto! En la cara se le adivinaba el placer y la aprobación… Escuché la voz de mi amiga “Te gusta? eh? te gusta cómo te la chupo?” “…Me encanta…” “Me querés acabar? me querés llenar de leche?” “Siempre… pero ahora te quiero violar” “Y violame!” respondió ella desafiante. Todas esas palabras sucias y las expresiones del muchacho me tenían conmovida de calentura, no sé qué cara tendría puesta yo, pero por suerte ninguno me miraba. Él le contestó: “Bueno, andá a la cama, humedecete bien y preparate para tener mi pija adentro… bien adentro. Yo ahora voy”. Se acomodó sus partes y se levantó camino al baño. Ella salió de ahí abajo y por fin le vi la cara, estaba colorada y todo en torno a los labios estaba húmedo con saliva y pelos pegados. Me agarró de la mano y me llevó a la habitación. Me hizo sentarme en una esquina de la cama de dos plazas. Se sacó el pantalón y las medias y con su vagina todavía cubierta, apuntando a la puerta de la pieza, se empezó a tocar. Al salir el chico del baño, se aproximó por la puerta y ella se llevo una mano a la lengua, para que él la viera, y se lamió toda la palma, que luego se llevó otra vez abajo para masturbarse. Él entró (totalmente vestido), se reclinó en la cama y con su mano reemplazó la de mi amiga. La empezó a frotar con delicadeza y mano diestra, por encima de la bombacha. Parecía estar mimándola. Se miraron a los ojos un momento y él con su lengua humedeció la prenda. Por vez primera desde que todo el acto empezara, me dirigió una mirada penetrante y me quedé sin aliento. Hasta el momento me había ido de mí misma y todo parecía una película, pero en ese instante me sentí adentro de esa habitación, pudiendo tocar lo que quisiera cuando lo quisiera hacer. Me deslicé una mano oculta por entre mis piernas y con mucha moderación me empecé a estimular también yo. Él seguía lengüeteando la tanga, y ella gemía con una intensidad alocada y le susurraba con violencia “Así! dale! chupame toda!... Cómo me gusta tu lengua, la puta madre!”. Él se regocijaba en lo que provocaba en mi amiga, y sonreía con malicia mientras con su lengua buscaba correr la tanga… y lo conseguía. Con sus dedos dejó la tanga a un costado y con la otra mano pareció abrir los labios de la vagina, como si quisiera mirar adentro… en vez de eso sopló con delicadeza. “Hijo de puta!” se estremeció ella, y con su propia mano se frotó la clítoris. Él le pasó la lengua con velocidad sobre los dedos, los anillos… levantó la cabeza apenas y echó un hilo de saliva. Ella aumentó la rapidez con la que se masturbaba, él metió dos dedos adentro de su sexo y en pocos minutos ella se retorcía en un orgasmo que yo misma jamás había experimentado en la vida. Sentí algo de envidia y quise entregarme a su amigo para que me haga sentir lo mismo… Me di cuenta de la humedad que tenía entre las piernas y de las ganas que tenía de sentir algo que me penetre… incluso de chupar un pene. Todavía no se la había visto porque me lo había impedido la mesa, pero si se tardaba mucho más no iba a poder soportar pedírselo yo misma.

Fue mi amiga la que se lo pidió: “Dame tu pija en la boca, damela toda que me la trago entera…dame esa pija”. Él se paró, cerca, muy cerca mío. Primero se sacó la remera y mi mirada se me fue a su torso, bien formado, parecía firme al tacto y traía una capa suave de pelo en el pecho, con un aro en uno de sus pezones. De nuevo sentí mi poder sobre la situación, sentí que en cuanto yo misma lo concediera podía pasarle la lengua por ese pezón, por su abdomen… Y mi amiga parecía leerme el pensamiento, porque eso mismo hacía, mientras él con lentitud desabrochaba el cierre, sólo el cierre de su pantalón. Ella metió la mano y casi desesperada sacó a relucir el miembro, que apenas pude ver, porque se lo metió en la boca al instante. Lo tuvo adentro un buen tiempo, parecía querer llegar a tocar las bolas con sus labios y tragarse el pene entero… pero le costaba; respiraba y volvía a intentarlo, una y otra vez, y cada vez más rápido. Finalmente llevó su cara hacia atrás y quedó succionando la última parte de la punta del pene. Por el tiempo que demoraba en esa posición, adiviné que su lengua estaba haciendo lo suyo también. El chico estaba excitadísimo, mordiéndose los labios inferiores, exhalando con brutalidad, agarrando a mi amiga por el pelo con violencia (cosa que ella parecía disfrutar… y yo, para mi propia sorpresa, también). Él sacó el pene de la boca de mi amiga, sin usar las manos, y tan húmedo como estaba se lo fregó por toda su cara, por su cuello, de nuevo en su boca y así… Ella se recostó y agarrando el miembro, lo atrajo hacia su boca de nuevo, esta vez él le estaba encima usando su boca como si fuera la vagina. Los ruidos de su garganta hacían pensar que se estaba ahogando, pero lejos de eso, apenas podía hablar soltaba alguna palabra sucia. En esos momentos sentí que me agarraban una mano, y era ella misma, en un gesto cariñoso, totalmente contradictorio con lo que estaba viendo. Me acariciaba con suavidad con esa mano, y con la otra sostenía el pene erecto de su amigo para que no la atragante.

Mi amiga se sacó la camisa y el corpiño, y metió el pene entre sus pechos, intentando succionarlo cuando en el impulso se acercaba a su boca. Se fijó en mí y me preguntó si estaba bien, a lo que respondí que sí (me imagino que con una voz completamente distinta a todas las que ella me hubiera escuchado nunca). “Vení, acostate al lado mío así ves mejor” me dijo, y no ví por qué no hacerlo. Desde esa perspectiva pude ver todo el cuerpo masculino, tenso, transpirado, moviéndose con sensualidad, por momentos violentamente, por momentos con ternura… “Sosteneme vos las tetas, querés?”. No sé qué contesté, pero me vi haciéndolo tímidamente. Yo justo atrás de su cabeza, sosteniéndole y apretándole las tetas para que el pene que estaba en el medio la pasara mejor. Ella puso sus manos sobre las mías, y después él hizo lo mismo. Ella extendió sus manos por encima de su cabeza y las llevó a mis brazos, me los acarició… me acarició la cara y le besé la mano, puso dos de sus dedos en mi boca y se los chupé. Él seguía con su pelvis en las tetas de mi amiga, y se inclinó levemente, apoyando sus brazos en la cama y acercando su cara a la mía, respirando con fuerza, transpirando y resoplando como una bestia. Me perdí mirándolo y él me miró y me respondió con un beso en los labios. Sacamos las lenguas, nos mordimos con labios y dientes y nos lamimos los cuellos. Mi amiga desde abajo me acariciaba las tetas y me levantó la remera para descubrirlas. Mis tetas son grandes, así que yo misma me saqué la remera del todo y el corpiño y ella las tomó entre sus manos y las besó, las lamió, las mordisqueó. Él la imitó. Los dos me estaban mimando los pezones, uno en cada pecho… y solamente me acuerdo de eso por un buen rato. En algún momento los dos se fueron al mismo pezón, dejándolo en medio de sus lenguas que se lamían mutuamente. Quería que ese placer durase para siempre, y les puse una mano a cada uno sobre sus cabezas, para que se quedaran donde estaban. Alguno de los dos me acarició la entrepierna y no lo detuve. Mi amiga me besó en la boca, nunca me había imaginado excitándome tanto con el beso de una mujer, pero ella era diferente, me había llevado hasta ahí, me estaba dando placer, esa boca había tenido una pija adentro hasta recién… y todo eso me calentaba muchísimo. Él se unió al beso, y rozamos las tres lenguas, los labios. Yo ya no distinguía ni quería distinguir qué era lo que mordía, ni quién me mordía a mi, o de quién era la lengua que se hundía en mi boca. Una de mis tetas tocaba la de mi amiga, y la otra al chico. Sin siquiera pensarlo, de repente sentí su pene en mi mano… yo misma lo había ido a buscar. Lo apreté tan fuerte como pude, y notar la dureza y la resistencia con que aguantaba mi fuerza me hicieron desearla como hacía mucho no deseaba nada. Mi amiga también puso la mano encima, y al darse cuenta que yo ya tenía la mano ahí, se interrumpió y me miró con las cejas levantadas, aprobando la velocidad con la que ‘me soltaba’. Me dijo “Chupásela”. Yo no quería otra cosa que eso, pero el cerebro me decía que no correspondía, ya era cruzarme al otro lado. Él me besó en la boca, me mordió el cuello. Ella se puso atrás suyo y tomó el miembro con una de sus manos, sacando la mía. Él se levantó y se puso al lado de la cama, y se la llevó a ella en la misma posición. Ella sostenía el pene bien erecto y lo masturbaba. Los dos me lo estaban ofreciendo y de repente me vi despreciando algo que quería, y con una actitud un poco ingrata. Así que justificándome de todo, me senté abriendo las piernas hacia ellos dos, incliné mi cabeza con la boca bien abierta. Lentamente me aproximé para meterlo adentro hasta dar con la mano de mi amiga. Ahí cerré un poco la boca y me encontré sintiendo de repente un pedazo grueso, cálido, lleno de relieves… Quise seguir cada relieve con la lengua y me tomé mi tiempo. La mano de mi amiga empezó a frotarlo para atrás y para adelante, y yo empecé a mover la cabeza junto a su mano. Así de suave como lo hice entrar, lo saqué, bien suave, hasta el glande y ahí resbaló para afuera. La miré y era como la había sentido adentro, con el contorno del glande remarcado, las venas latiendo, la mano de mi amiga que resbalaba y buscaba llegar a la punta para acariciarla y volver. Repetí el movimiento anterior y esta vez ella se puso al lado mío. Me dijo que saque la lengua, que lo lamiera, e intenté hacer exactamente lo que me decía, pero aparentemente no lo logré, porque me la sacó de la mano y me dijo “Así, mirá!”, sacó la lengua lo más que pudo y la pasó de la base a la punta del miembro, y al llegar a la punta hizo varios círculos con la lengua sobre el glande y después se detuvo suavemente en el agujerito y bajó de nuevo. Me la dio en la boca como un micrófono e intenté imitarla. Esta vez me aprobó y seguí usando las nuevas consignas. La quería adentro, así que la saqué de mi boca, la froté con las dos manos suavemente y le dirigí una miradita al dueño, pidiéndosela a gritos con los ojos. No logré lo que quería, mi amiga se interpuso antes y la puso en su boca con mis manos y todo. “Vení” me dijo “Chupemos juntas”, a lo que él respondió “Si hacen eso acabo” y ella impaciente contestó “No importa, llenanos de leche”. La idea me calentó, ver salir el semen y que se unte en nuestras caras y frotárnoslo… pero también sentía algo de impresión. Igual le hice caso a mi amiga y nos besamos con el pene en el medio. Mi lengua pasaba del glande a la otra lengua. Ella en algunos momentos bajaba hasta las bolas y yo me lo metía en la boca. “Acabo!” dijo, y mi amiga volvió rápido a la punta, chupando y lamiendo con desesperación, y cada tanto (al no venir) abría la boca y sacaba la lengua esperando el semen. “Me la vas a dar? Nos vas a dar toda tu leche?” le preguntó, me miró y me preguntó a mí “Si? vas a tomártela conmigo?” – hasta ese instante me había visto reacia a hacerlo, pero cuando me lo preguntó sentí que ya no tenía nada que perder y que ya que estaba ahí podía sentir todo lo que ella sentía y salirme de mis prejuicios. “Ajá” le respondí y ahí mismo se derramó todo el semen en su boca y algo en su mejilla, y yo que miraba atentamente, también saqué mi lengua y algo sentí, pero muy poco. Se puso a lamerla y me convidó, las dos le pasamos la lengua cada vez más lentamente… Noté que todo se apagaba y pregunté impaciente “Ya está?”, ella me tiró en la cama, se pasó la mano por su cara fregándose la leche del chico y después me la pasó por un pezón, por el otro… me los masajeó. Él se recostó al lado mío y me acarició la cara muy cariñosamente, la nariz, la boca, el pelo… después también fue a mis tetas y mi amiga me sacó el pantalón. Él se aproximó más a mí y me empezó a besar en la boca, sentí que su miembro se apoyaba en mis caderas; húmedo, caliente… todavía erecto, aunque algo más suave. Le apoyé una de sus manos en un pecho y él lo abarcó todo y lo apretujó. Mi amiga me estaba chupando y masturbando ahí abajo, y él cada tanto le aproximaba lo suyo, con lo cual mi amiga se repartía dando sexo oral a los dos. La lengua de ella era muy complaciente, sabía justo donde tocar, cada cosa que yo quería ella lo estaba haciendo, y pensé que eso era lo bueno de estar con una mujer en la cama.

El muchacho se levantó de la cama y nos contempló. Yo lo miré, me miró y me sonrió. Buscó entre la ropa hasta que encontró un preservativo y se lo puso. Se puso justo atrás de mi amiga, y mientras me la chupaba, sin avisarle, la penetró. Ella respiró salvaje y con fuerza y le dijo algunas guarangadas cachondas. Yo podía verle la cabecita hundiéndose en mi entrepierna y por detrás de ella el torso de su amigo moviéndose con furia, moviéndola a ella y haciendo temblar la cama. Podía sentir la fuerza de la penetración en la lengua de mi amiga. Ella le dijo “Querés que te monte un ratito? estás cansado?”. Él no respondió pero se acostó y ella lo empezó a montar. Yo estaba acostada al lado y me empecé a consolar sola. No se me ocurría cómo meterme. Él gemía y pedía que no pare de moverse, ella lo complacía con una mirada de satisfacción y furia a la vez. Se dejó caer arriba mío y apretó mis tetas contra su rostro. Él se acomodó y la empezó a coger desde esa posición, medio de costado. Se escupió el pene y siguió moviéndose. Yo estiré una mano para tocarlo y él me la tomó. La sacó de ella y se subió arriba mío. Me preguntó si me molestaba que usara el mismo preservativo y le dije que no, con todo el desinterés. Metió la puntita apenas y ya sentí un cosquilleo interno de pies a cabeza. Me penetró hasta la mitad de lo que podía y volvió hasta la punta, y así un par de veces hasta que la mandó con todo el impulso entera para adentro! No pude contener el gemido y le clavé las uñas en los brazos, mirándole los labios. Le pedí que siga, que no pare por nada del mundo. Sentí cómo sus bolas me golpeaban y me vi tentada a agarrárselas, así que eso intenté, pero me costó encontrarlas hasta que mi amiga me guió la mano. Ella puso la cabeza ahí y con mi mano la sentía, seguramente chupándole lo que podía a su amigo. Después bajó y me chupó a mí, y a los dos a la vez, su pija penetrando y mi conchita penetrada, húmeda, abierta. De repente se volvió a mover y se acomodó arriba mío, mientras él me cogía. Sus tetas y las mías se apoyaron unas contra otras, apretujadas y húmedas. “Qué tetas que tenés, hija de puta!” me dijo “No sabés como me calientan!”. Me besó y otra vez pensé en el pene y en el semen que hacía poco habían estado ahí, y en lo lindo que me estaban penetrando a la vez. Sentí algo líquido y cálido caer sobre la clítoris y me di cuenta que era la saliva del chico, que escupía para lubricar (supongo). Me llevé la mano ahí, pasando por entre mi cuerpo y el de mi amiga, abriéndome paso, y me froté la saliva por toda la zona, rápido, con mucha calentura, me pajeé mientras él me cogía, me daba una y otra vez, de diferentes formas y movimientos, y me tocaba… las tetas de mi amiga también me excitaban, frotándose con las mías, las miraba a las cuatro y no cabía en mí misma, después su boca y su lengua que me deseaban… sentí temblar la cama más, y la fuerza de la penetración doblarse, sentí toda le textura del pene adentro mío, lo sentí duro y grande y sentí que todo lo que había en esa cama era para mí… y que todos me deseaban. Sentí un fuego interno, sentí que la respiración se me atoraba, sentí que el vientre se contraía, sentí que me desmayaba, sentí que tenía un orgasmo terrible… y otro, y otro… Ellos lo adivinaron y se empeñaron en acompañarme dándome más placer mientras yo explotaba por adentro, sin entender nada, sólo sintiéndolo todo. Pegué un grito (creo que demasiado fuerte) y quede tendida, relajada, todavía con el pene adentro… que ahora lo quería satisfecho, quería que ese hombre tuviera su merecido y que me diera un pedazo de él en donde él quisiera… pero él la sacó y se la puso a mi amiga, y el movimiento empezó de nuevo. Ella gemía y se retorcía conmigo abajo. Nuestros pechos cada vez más húmedos seguían bailando entre sí, y me buscó la boca para que la bese, y la besé llena de placer. Yo no sabía qué estaba pasando, pero en esa misma posición se hicieron varias cosas por lo poco que entendía. Lo último que recuerdo fue él apoyándose sobre ella y toqueteando las cuatro tetas, donde cabían las manos, ella escupiéndole las manos, y él siguiendo en ese masaje caliente. Mi amiga cambió el gemido, se volvió más entrecortado, más intenso… supe que estaba entrando en otro orgasmo. Esta vez yo tenía que devolverle el favor, así que la traje hacía mí y lamí todo su rostro, su boca, su lengua cuando la sacó… se estremeció arriba mío, las manos del chico volvieron para tocarnos y ella soltó suspiros hasta quedar totalmente inerte arriba mío, besándome pero con suavidad. Él se levantó y de reojo lo ví al lado nuestro, sacándose el preservativo y tocándose. Se la agarré. Él la trajo hacia mi boca, se la chupé. Mi amiga estiró el cuello y también la chupó. Él se volvió a acomodar, esta vez dejó mi cabeza entre sus dos piernas arrodilladas. Puso la parte de abajo de su pene en mi cara y se la empecé a chupar. Mi amiga desde arriba hizo lo mismo, y otra vez el encuentro de lenguas cada tanto mientras lamíamos pija. Él movía la pelvis, o se la agarraba para sacudirla y pegarnos en la lengua… eso me calentaba mucho y ahora sí sentía el deseo de que me acabara arriba. Se masturbó, me dio la puntita, la mordisqueé, se masturbó de nuevo, le dio la puntita a mi amiga y se la lamió, y así un par de veces… “Bésense” dijo, obedecimos, la introdujo entre los besos… me pareció sentir algo caliente, pero nada más pasó, pensé que sería otra cosa… y volví a sentirlo en mayor cantidad, la leche se iba corriendo por nuestras bocas y caía y se deslizaba por mi cara. Una vez, otra vez… pensaba que terminaba pero seguía, y era cada vez más. Traté de que se deslice por mi lengua, seguía saliendo. Ella la chupeteó y yo le pasé la lengua varias veces hasta que la sacó de nuestras caras. Mi cara casi no tenía nada cuando entré en razón, y vi que mi amiga tenía la boca una buena parte. Se sacó un poquito y me la frotó en los labios con los dedos. Sacó otro poco y lo puso entre las tetas, que con nuevas fuerzas volvió a refregar. El resto me lo mostró y se lo tragó. Volvió a abrir la boca y ya no había nada. Yo le abrí la mía y vio que la tenía llena. Me besó. Yo tragué un poquito, pero no pude más con el resto y la escupí en mi mano. Ella me la sacó de la mano y de nuevo la frotó en las tetas. El muchacho ya se había recostado, pero miraba todo con suma atención. Ella se levantó, se acomodó un poco y yo hice lo mismo. De nuevo le agarró el miembro, que ya estaba algo caído, y sosteniéndolo con fuerza le preguntó “Y? te gustó?” “Demasiado… cuándo repetimos?” “Y, no sé…” dijo ella mirándome a mí. Le hice un leve gesto levantando las cejas y los hombros y pasé al baño. Cuando salí los encontré relajados, acostados uno al lado del otro, y como me invitaron, me acosté con ellos un rato largo hasta casi dormirme.


Embarrados

Buenos Aires. 7 de Marzo 2007

En el verano del 2007, pasadas todas las temporadas, con mis amigos decidimos irnos una semanita a una casa que pertenecía a la abuela de uno de los chicos, en Villa Giardino, en Córdoba.
Íbamos a estar solamente nosotros, porque la abuela también aprovechaba la fecha para irse a la costa. Éramos dos chicas (yo y Ceci) y tres chicos (Martín, Adrián y Buni –apodo-).
Los cinco somos amigos desde la secundaria. Compartimos amigos en común incluso, y salimos muy seguido desde entonces. Salvo Adrián con Ceci, que se dieron unos besos en algún momento, entre los demás nunca pasó nada. Más que nada porque no daba.

En los primero tres días, disfrutamos un montón yendo al río, a bailar a la noche, comprábamos y cocinábamos diferentes cosas y estuvo bárbaro para mí, que cuando viajo me suelo instalar en hoteles con desayuno y voy a comer a lugares donde te hacen la comida. Era algo nuevo todo esto.
La casa tenía un fondo con jardín, algunas flores, árboles y mucho pasto. Todavía ni lo habíamos pisado, porque para tomar aire o sol íbamos al río.
Al cuarto día sí, porque nos levantamos tarde por salir la noche anterior, así que comimos como a las 5 de la tarde y ya para esa hora no teníamos ganas de hacer nada. Fuimos al jardín con un par de sillas y reposeras que habían por ahí, y nos tiramos. Algunos a descansar, otros a charlar o a jugar a las cartas.
Yo estaba vestida como para ir al río, con una maya y un pareo encima. Ceci estaba vestida más o menos como yo, y los chicos con mayas, algunos con remera, otros no. Me acuerdo que me estaba quedando dormida, ¡cuando siento un chorro de agua fría en el cuerpo!. Era Buni que se había puesto a jugar con la manguera, y nos mojaba… lo queríamos matar, le gritamos enojadas, pero como todos se empezaron a reír, no nos quedó otra alternativa que aceptarlo con humor. Igual el juego se centró en los varones, que mojando todo con la manguera y pisoteando el pasto, en poco tiempo formaron un barrial. Tirándose agua y barro, decidieron hacer luchas entre ellos.
Con Ceci los mirábamos y nos reíamos. Estaban revolcándose, agarrándose, tironeando, gruñendo… ¡era un desastre! Después nos empezaron a llamar y a alentar para que participemos, pero preferíamos mirar… así que nos tiraron unas bolas de barro justo donde no nos queríamos ensuciar: ¡¡el pelo!!
A mí me dieron unas ganas terribles de matarlos a todos, así que sin pensarlo siquiera me mandé a pegarle a Martín, que era el que me la había tirado. No logré darle ni un golpe que me tomó por las muñecas y me tiró de espaldas al barro. Yo desesperada trataba de soltarme, gritando con los ojos bien cerrados y tratando de no embarrarme más el pelo (en vano, porque tenía barro hasta por las orejas).
No sé muy bien cómo fue con Ceci, pero según dijeron después, mientras se reía de mí Buni la agarró por la espalda y la alzó para después tirarla también al lado mío.
Las dos peleamos un tiempo largo para soltarnos, y al final terminamos agotadas y riéndonos, acostadas en el lodo. Ceci con una mano le enchastró la cara a Buni, que la tenía agarrada de los hombros, y él le respondió. Los dos empezaron a revolcarse en el lodo jugando a quién ensuciaba más al otro, y poco después se formó la lucha, agarrándose y tratando de soltarse. Adrián se metió para ayudarlo a Buni, así que yo me solté de Martín y me metí para ayudarla a Ceci. Martín me siguió y estábamos los cinco formando una montaña de humanos embarrados. Se sentían empujones de un lado, del otro, de repente un apretujón, un codazo. Sentí que me habían manoteado la cola, y antes de decir nada vi que había dos manos enlodadas apresando los pechos de mi amiga.
“¡Ah, bueno!”- exclamé. Le miré la cara a Ceci y si bien parecía un poco avergonzada, no estaba molesta, y se estaba riendo, diciendo “¡Soltame, boludo!, ¡dale!” - “¡Si te gusta!” le respondió Buni. Ella soltó una carcajada y le dijo “Mirá que yo también tengo manos, ¡eh!”. Buni entonces se exaltó y gritó “¡Soltámela, guacha! ¡Viste que te gusta!”.
Mientras pasaba todo esto, los demás seguíamos apretujados y peleando entre nosotros, pero sin sacar la atención de ellos dos. Buni de un tirón le sacó la parte de arriba a Ceci, dejándola en tetas. La miré esperando la peor reacción, pero seguía riéndose. Ella le tiró otra bola de barro y antes de que nadie se diera cuenta se le tiró encima y le bajó los pantalones. Él la tenía durísima, de repente entendí por qué mi amiga no había reaccionado mal… ella ya sabía lo que estaba pasando ahí abajo, y parecía no molestarle.
Los chicos gritaron algunas directas, indirectas, bromas… Buni, así como estaba, la agarró a Ceci y se la apoyó desde la espalda. Con las manos le frotó barro en el pecho y en el vientre. Ella ya estaba en otro mundo, con la cabeza quién sabe en donde, mordiéndose los labios y tratando de pasar la mano por atrás para agarrarle el pene. Cuando lo logró, lo empezó a frotar. Buni agarró la manguera, todavía encendida, para limpiarse un poco las partes. Con Ceci no hizo falta, porque todavía tenía la parte de abajo puesta, así que solamente con sacársela bastó. Desde atrás, la penetró por la vagina. Fue muy rápido para mí, ni siquiera tenía idea que pasara algo entre ellos. Cecilia nunca me había dicho nada al menos, y tampoco lo había notado.
Mirando la escena, de pronto me encuentro con la mirada penetrante de Buni: me mira fijo, después me recorre el cuerpo y, con una seña, me dice que me una a la fiesta. Yo ni siquiera me moví, y antes de cualquier reacción sentí en mis pechos otras manos. Martín me había agarrado con un aire entre divertido y excitado. Nos tiró al barro y otra vez empezamos a pelear. Ya ninguno de los dos tenía ganas de jugar, pero él fue mucho más explícito, manoseándome toda. Yo me dejaba, pero no hacía nada. Escuché gemir a Cecilia, después escuché a Adrián que no quería que lo dejen afuera. Martín le dijo que se acerque, y los dos me empezaron a toquetear. Yo misma me saqué la maya. Ellos se desnudaron también. Adrián me empezó a acariciar el canal de mi cola con su pene, mientras Martín me acariciaba el vientre con el suyo.
Los otros dos, que ya estaban haciéndolo desde hacía varios minutos, soltaron un grito de ánimo y alguno de los dos nos mojó con la manguera. Adrián se levantó para agarrarla y nos limpió un poco en las zonas importantes para el momento… Me quedé arrodillada, con la vista en el sexo de mis otros dos amigos. Las pijas de Martín y Adrián se asomaron por mi rostro y agarré cada una con una mano para tomar el control. Estiré mi lengua para una de ellas… la acerqué despacio, moviendo la puntita y cuando la toqué suspiró Martín. Muy despacito recorrí uno de sus bordes, desde abajo hasta arriba, y desde la punta hacia el medio. Volví a la punta, siempre deslizando la lengua, y cuando llegué me la comí. La puse entera en mi boca y toqué con mis labios la base púbica.
Adrián estaba desesperado. Lo notaba por la forma frenética en que me agitaba los pezones con una de sus manos y con la otra intentaba darme placer en el ano, mientras yo sostenía su miembro seco.
Manteniendo mis ojos cerrados, saqué de a poco el pene de Martín, y cuando lo tuve afuera lo escupí. Lo froté un poco con la saliva y abrí mis ojos para encontrarme con la mirada satisfecha de mi amigo. Él al verme abrir los ojos se mordió los labios y echó su cabeza para atrás. Un último lengüetazo barriendo el frenillo y llené mi boca con la pija de Adrián esta vez. Con él quise ser menos delicada, más efusiva. Del principio la puse adentro de mi boca, encerrándola entre mis labios para hacerla prisionera exclusiva de mi lengua, y así jueguen las dos, calentitas, adentro de la boquita. Miré fijo a Adrián y él parecía poseído, embobado, incrédulo de lo que estaba pasando. Llevé mi cabeza para atrás y arranqué un movimiento de adelante hacia atrás, para darle a cogerme la boca.
Como soy dedicada, tenía mi atención total en mi trabajo bucal. Pudo haber pasado cualquier cosa que no me habría dado cuenta, y en efecto algo pasó. Yo traía la cabecita de Adrián haciendo bulto en una de mis mejillas, y ahí mismo, lamiendo el pene de Adrián a través de mi cara, siento una lengua. Con sorpresa me encontré con la mirada de Cecilia que parece que había dejado satisfecho por un rato a Buni. Otra vez adelanté mi cara para dejar abultar el glande a través de mi mejilla, y otra vez sentí a Ceci lamiendo. Me quedé en esa posición unos segundos y poco a poco empecé a sacar mi piel de entre la lengua de mi amiga y el glande de mi amigo. En cuanto el pene estuvo afuera, Ceci se prendió a él como si no hubiera chupado uno en años. Pude ver un par de movimientos que me parecieron muy profesionales antes de darme vuelta para seguir satisfaciendo a Martín.
Con Martín había estado jugando a ser más delicada, así que volví al juego. Lentamente le pasé la lengüita por las bolas. Las succioné y las apreté con los labios. Volví a escupirle la puntita y a frotársela. Sentí que me mojaban la cola con la manguera, pero no me di vuelta. Alguien me lamía por encima de la cola y poco después el ano. Cuando escuché los gemidos, supe que era Ceci, que mientras me chupaba estaba siendo cogida por Adrián. Sabía que trataba de ser delicada, pero por la penetración no lograba mantener la suavidad, y cada tanto sentía el empujón de su cara estrellándose contra mi cola.
Martín se recostó en el barro y se deslizó hasta poner su miembro a la altura de mi vulva. Solamente me tenía que sentar encima. Me costó un poco, pero en cuanto me senté sentí la felicidad en mi vientre.
No hacía mucho que no lo hacía, pero sentir en ese momento la penetración me causó más placer que muchas otras veces. Quizá por la velocidad, el vértigo de la situación, o porque ni siquiera estaba preparada, porque eran mis amigos, porque… no sé, pero me sentí llena de placer.
Salté con toda la energía que tenía, tratando de hacer llegar la punta de ese pene lo más profundo posible, mientras Cecilia se lo lamía para seguir de largo hasta chupar mi cola. Una y otra vez, repetida y compulsivamente el mismo movimiento de la lengua, de abajo hacia arriba.
Creo que fue ella misma la que sacó el pene de Martín de adentro mío y lo empezó a chupar. Yo me levanté, me agaché con ella y la ayudé. Éramos dos para uno, y nos lo repartíamos como podíamos: cuando yo me iba a la punta ella bajaba, y cuando ella iba a la punta yo bajaba. Algunas veces las dos nos íbamos a la punta, cruzando circunstancialmente nuestras lenguas, otras veces las dos bajábamos y nos peleábamos por cuál acaparaba más con la boca.
Buni volvió a escena, metió un par de dedos en mi vagina y después introdujo lo suyo. Era más grande que el de Martín, y la diferencia se notó. Empezó a darme duro, con fuerza. Martín se levantó y se puso atrás de Cecilia. Adrián se acostó en el lugar de Martín.
Nosotras dos solamente teníamos que recibir y darle lengua a la pija de Adrián. Martín se la ponía a Cecilia y Buni a mí.
Buni era muy bueno en lo que hacía, y a veces me desconcentraba de mi tarea como chupadora, por lo que en esas ocasiones Adrián recibía bocanadas de mi aliento en vez de a mi lengua. Cecilia empezó a tomar el control oral. En poco tiempo hizo brotar el semen de Adrián, que salía a montón… ella se metió lo que pudo en la boca, y el resto se le corrió por la mano. Lo que tenía en la boca lo escupió y lo de la mano se lo pasó por la cara, bajo la mirada aprobadora de Adrián. Yo le pasé la mano por la cara, y con los dedos un poco empastados, me froté la cola.
Con eso, Buni pareció endurecerse un poco más, y le imprimió más fuerza al movimiento. Se escuchó el gemido de Martín y al instante el de Cecilia. Ella abrió grande los ojos y cuando Martín soltó un gemido fuerte y entrecortado, los cerró. Él suspiró y supe que había eyaculado adentro de mi amiga.
Buni era el único que no paraba. Me dio a mí hasta dejarme contenta. Yo misma le pedí que no siga.
Busqué mi ropa y me la empecé a poner. Los demás estaban todos desnudos y Cecilia y Buni empezaron a hacerlo de nuevo entre ellos.
Me fui a la cocina después de un manguerazo, y me siguieron Adrián y Martín. Ellos dos no se pusieron la ropa. A través de la ventana vimos cómo los otros dos seguían la fiesta, totalmente embarrados. Martín me besó y yo lo besé. Adrián lo imitó, y también lo besé. Los dos la tenían floja y ya no pasaba más nada. Los dos salieron de la cocina y yo me quedé mirando a los chicos como terminaban. Vi que Cecilia se estaba arrodillando con la lengua afuera para recibir la descarga. Quería prestarle especial atención a ese momento, pero Martín llegó corriendo por atrás mío, y agarrándome de un hombro me tiró al suelo. Para mi sorpresa la tenía otra vez erecta, se pajeó a unos centímetros de mi cara por un par de segundos y me tiró más semen en la boca (que yo mantenía cerrada). Me lo quedé mirando perpleja, no sabía si enojarme o cómo tomarlo. Él se empezó a carcajear y salió otra vez de la cocina. Antes de poder limpiarme la cara entró Ceci, bastante embarrada y con algo de semen entre los labios. Me vio en el piso y apresuró el paso, se arrodilló a mi lado y me empezó a frotar su cara con la mía, revolviendo el semen entre nosotras. Me dio una lamida del mentón al pómulo y también se fue. Al toque entró Buni, me ayudó a levantarme y me dijo “Después te reviento a vos…”.

Conociendo El Tunel

Buenos Aires. Agosto del 2006

Hacía mucho frío en esa esquina de la calle Córdoba al 4000. Nos habíamos juntado con gente amiga, y estábamos esperando que llegaran los últimos para al fin encarar al lugar al que planeábamos ir.
En cuanto llegaron, empezamos a caminar, mientras hablábamos. Íbamos a un boliche muy muy conocido (con nombre de continente), en el que se armaba mucho descontrol, según me dijeron. Canilla libre, por supuesto, y un ambiente bastante bizarro.
Cuando entramos, no era exactamente como me lo imaginaba, pero las descripciones habían sido muy acertadas… un ambiente muy bizarro, sexualidad muy diversa, mucho alcohol y descontrol. A los varoncitos que venían en mi grupo, más de una vez se les acercaban hombres a encararlos, y un par de chicas también nos miraban con insistencia a mí y a mis amigas. Igual íbamos bien informados, sabiendo que todo podía suceder. Si quedaba alguna duda, adentro encontrabas besos entre hombres, entre mujeres, entre un chico y una chica o entre varios.

Los chicos del grupo se dispersaron al poco tiempo y desaparecieron. Quedamos las mujeres, aunque cada vez menos, porque se las iban llevando con una velocidad que pocas veces había yo visto.
Me acuerdo que rechacé a varios esa noche. Si bien tenía ganas de descontrolarme, también tenía ganas de un poco de calidad.
Finalmente quedamos tres chicas, cuando llegó mi elegido. En realidad, en ese momento me encaró con mucha charla, y me parecía descortés no responderle. Además no estaba mal y lo que hablaba no me parecía tan vacío; creo que me decía lo que quería escuchar, o me hacía decir lo que yo quería hablar. Ese solo mérito ya era suficiente para hacerme sentir relajada y predispuesta; y el alcohol que iba haciendo efecto ayudaba muchísimo más.
Él esperó el momento justo, cuando el clima fue el indicado, para acercarme la boca… le respondí al instante con un beso suave que pronto se transformó en pasión. Mi boca sensibilizada por la ebriedad sentía cada roce de su lengua, y hacía vibrar todo mi cuerpo. Podía sentir su testosterona agitada cuando le mordía el cuello, con ansiedad, mientras él buscaba tocar las partes cubiertas (cada vez las más cubiertas) de mi piel, metiendo su mano cálida y delicada por debajo de mi ropa.
Mis amigas ya no estaba al lado mío, y Nacho (así era su nombre) me llevó del brazo a un apartado del boliche, donde nos sentamos y seguimos lo nuestro.
Ahora yo estaba sentada con mis piernas abiertas, y él me miraba mientras me acariciaba un pecho. En esa pausa pude ver a una chica rubia, que era sacudida, y no entendí bien al principio lo que pasaba. Le presté más atención, y vi que un hombre de atrás la estaba penetrando. Los dos estaban vestidos. Le dije a Nacho que mire la escena, pero él no prestó demasiada atención. Cuando volví la vista, otro hombre le estaba dando el miembro a chupar. Eran dos hombres y una chica, ahí, en medio del lugar… y nadie parecía estar prestando suficiente atención. A mí me extrañó muchísimo, pero también me excitó.
Mi transa me preguntó si quería eso para mí, y como no lo negué (aunque tampoco le dije que sí), lo tomó como una afirmación y me agarró del brazo para llevarme por unas escaleras.
Con la borrachera los recuerdos son algo borrosos, pero la imagen mental del movimiento humano que había en ese lugar, es difícil de olvidar. Estaba todo oscuro, y aunque se notaba que había mucha gente, no distinguía sexos. Nacho me empujó un poco más hasta quedar en el medio del tumulto. Sentí varias manos que me empezaron a toquetear, y no entendía nada. También sentí a alguien arrodillado al lado mío, y antes de poder darme vuelta a tratar de verlo, Nacho me agarró por los hombros, me besó y llevó mi mano hasta su pene, que ya estaba fuera del pantalón y erecto. Lejos de sorprenderme, se lo agarré con ganas, y él me hizo arrodillar.
La metí en mi boca de una, hasta el fondo mientras se la lengüeteaba por donde podía, lo más rápido y fuerte que podía. Movía la mandíbula para pegarla y despegarla del paladar. Incluso se la mordí con bastante fuerza, pero no se quejó.
Para atrás y para adelante, frenéticamente, movía mi cabeza para darle placer a su pene. Veloz, salvaje, con toda la calentura y la sensibilidad que me producía el alcohol y el ambiente. Sentí una mano en la cabeza, que me la inclinó un poco. No era la de Nacho… sobretodo porque el pene de Nacho estaba en mi boca… y de repente tenía otro aproximándose por la mejilla. Ese otro pene empezó a golpearme, y yo no sacaba la de Nacho de mi boca. Mientras la absorbía y succionaba, el otro pedazo me seguía golpeando en la cara, me incitaba, me llamaba… lo deseaba. De un movimiento aparté la boca de donde la tenía y saqué bien afuera la lengua, dejando saliva en el camino, para que sea golpeada por el desconocido.
Ahora el de Nacho volvía a acercarse, y los agarré a los dos con la mano, pasando mi lengua sobre uno y sobre otro, repetidamente, casi al mismo tiempo, hasta que al fin puse los dos sobre la lengua. Apoyados ahí los empecé a masturbar. Estaba excitada, en éxtasis.
Sentí una tercer pija en la cabeza, por atrás. Desocupé una de las manos y se la manoteé como pude. Giré la cabeza todo lo que podía para alcanzarla con la boca. Sentí el sabor del semen en esa última; posiblemente había acabado hacía poco, porque también venía muy húmeda.
Yo tenía el pelo revuelto, pegado sobre mi cara por mi propia saliva y quién sabe qué fluidos. No llego a recordar cómo, pero también tenía las tetas para afuera.
Volví a girar la cabeza para chupar los otros dos penes, y los puse a los dos juntos adentro de mi boca, apretados, duros. Los dejé ahí, quietos, sosteniéndolos fuertemente con una de las manos, mientras con la lengua los recorría, los mojaba bien; y a la vez les daba mordisquitos. El que estaba atrás, con mi mano encima y todo, se estaba pajeando.
Uno de los penes de adelante empezó a soltar chorros de semen adentro de mi boca. El calor del néctar me causó cosquilleo en los pezones. El dueño del otro pene sintió el mismo calor, pero él la sacó rápido (creo que era Nacho). Me la tragué y le puse otra vez la boca encima al que se escapaba, antes de que se le caiga, para que vea que ya estaba vacía y lista. El pene de atrás se acercó hasta la comisura de mi boca mientras seguía agitándose. Tuve que hacer fuerza para sacar la mano de ahí (porque me la tenía sostenida entre la suya y su miembro). Cuando la saqué por fin, desocupando un ratito la lengua, me la llené de saliva y volví a mi tarea bucal. Con la mano ensalivada acaricié el otro pene en el frenillo, primero suave, pero me di cuenta después de que lo estaba haciendo fuerte, quizás lastimándolo, aunque no se quejaba.
El que yo creía que era Nacho, se agachó un poco y puso la pija entre mis pechos. Los apretujó y se empezó a masturbar con ellos. Mi boca estaba plena para el pene de atrás, así que le di lo que se merecía con tanto gusto y dedicación que lo hice acabar enseguida, haciendo que me rocíe de leche toda, desde la cara, el cuello, el pelo… y no sé bien si las tetas, porque al instante sentí un chorro inmenso entre ellas… Bajé el mentón y le di unas chupaditas al pene de abajo, que había eyaculado recién, y todavía borboteaba semen, que yo succionaba hasta tragármelo.
Los tres habían terminado y me estaba levantando, cuando sentí una mano que me detenía y dos penes que casi al mismo tiempo iban a mi boca (no eran los mismos, sentí la diferencia de tamaños). Entraba uno y al salir entraba el otro. Por mi parte, ya tenía la lengua cansadísima, y no quería más, pero me estaban obligando. Mi boca ya no respondía, la dejé abierta, esperando que los hombres terminen su trabajo.
Una tras otra entraban las dos en mi boca. Después las dos al mismo tiempo, y finalmente salieron las dos por unos momentos. Me quedé quieta, con la boca de par en par un rato. Como no veía nada, no sabía qué pasaba y la estaba por cerrar, cuando sentí la lluvia caliente de semen de uno de ellos, y en seguida la otra. Quise dejar la boca abierta, pero el reflejo me hizo cerrarla, junto con los ojos. Y mientras seguían bañándome, aproveché para levantarme y me fui.

Cuando salí de ahí me senté en el piso y me intenté limpiar como pude. Junté fuerzas y fui para el baño. En el camino la gente me miraba, pero yo intentaba no mirar a nadie y aceleraba el paso. Cuando llegué al baño, me di cuenta… que me estarían mirando el pelo, la ropa, buena parte de la cara y la raya que asomaba por el escote de los pechos, que estaban salpicados de semen. Me dio muchísima vergüenza. Me limpié como pude y salí del lugar casi corriendo para tomarme un taxi e irme a casa.

Fiesta en la costa

Buenos Aires. 18 de enero del 2008

Lugar: la costa. Me fui de vacaciones con mis mejores amigas: Ana y Victoria. Todas solteritas, con ganas de mucho sol, mucha arena, muchas olas… ¡y mucha fiesta!
Para presentarlas mejor: Victoria es una chica morocha, grandota de espalda y de pechos más grandes que los míos. Una cara hermosa, ojos oscuros, provocadores. Tiene los labios prominentes y una cola parada, firme.
Ana es más delgada, de pelo castaño oscuro y corto hasta los hombros. Liso. También tiene pechos vistosos, redondos. La cola es bien curva.
Antes de viajar nos fuimos las tres de compras, cada una compró diferentes cosas, pero coincidimos en el tipo de bikini: ¡micro bikinis! Un colaless con triangulito, y otros dos triangulitos para los pechos. A las tres nos quedan bien ese tipo de conjunto, porque tenemos tetas grandes.
Ni hay que decir la atención que atraíamos en la playa… pero a nadie le dábamos cabida. Por más bueno que estuviera.
Eso sí, las tres juntas nos recostábamos en la esterilla y veíamos pasar cada bulto…¡papito! Había uno en particular con el que creo que me obsesioné: una sunga celeste con el dibujito de un tigre en uno de los costados. No me la olvido todavía… ¡¡qué pedazo!! Las tres estábamos de acuerdo en lo grande que debía ser. No estaba muy lejos, primero jugaba a la pelota y hacía saltar lo suyo con tal… sensualidad. Todavía lo revivo en cámara lenta cuando me toco…
Después lo vimos recostarse, y empezamos a mirar con atención su forma: flácida y todo era enorme, y se distinguía muy bien el tronco, curvado hacia abajo, como una serpiente esperando ser despertada. ¡¡Y cómo deseábamos que se despierte!!
Eso dijimos, cuando Ana se levantó de entre nosotras y fue a pararse justo al lado de nuestra sunga celeste. Ni nos imaginábamos lo que haría. Él estaba tomando sol, y parece que despierto, porque dirigió una mirada disimulada sobre las nalgas de Ana. Ella sabía mejor que nosotras lo que pasaba, y empezó a hacer como si buscara a alguien, con una mano como visera, cubriéndose del sol.. y la otra… ¡la otra la usaba para acomodarse la bikini! Empezó a descorrer un poco el corpiño y se frotó suavemente, bien disimulada, aunque creo que más de uno se percataba de esto. Nuestra serpiente empezó a erectarse. Ana le echó una mirada al bulto y viendo que su tarea estaba cumplida, volvió a sentarse con nosotras.
¡Era inmensa! Su dueño nos miraba con anhelo, y nosotras más que nada mirábamos su paquete, a través de nuestros lentes negros.
Creo que pasaron 10 minutos, hasta que se levantó y caminó hasta nosotras con un termo de mate en la mano. Tal vez esperó a que se le caiga el bicho, para no pasar alguna vergüenza en el camino. “¿Tomamos unos mates, chicas?. Soy Martín. ¿Ustedes?”. Nos presentamos y aceptamos su mate… Nos dio algo de charla superficial y pronto se ofreció a traer algunos amigos… pero tomé la iniciativa y me negué. Le dije que con él era suficiente. Estaba segura que si pasaba algo, las tres queríamos tomar de la misma leche (literalmente).
Mis amigas parecían contentas con mi decisión. Martín nos invitó a salir con él a la noche, pero por las mismas causas le dijimos que no. Pareció frustrarse y no tener más nada que decir, ni forma de convencernos. Creo que le tenía ganas a Victoria más que a nosotras dos. De cualquier manera, ya estaba dispuesto a irse, y nos empezó a saludar, no sin antes pedir nuestro número de celular. Se lo dimos, y Victoria me miró de reojo. Moviendo los labios le dije “Dale.. decile” y ella entendió al instante: “Pará, Martín… Si querés sí hacemos algo esta noche, ¿no, chicas?”, ahí vi mi pie y agregué “Si te parece, nos encontramos en nuestro hotel a las 23…”. “Puedo llevar a…” no terminó de preguntar que Victoria respondió “Venite solo…¿querés?”. Aceptó al instante y no dejó de mirarnos mientras levantaba sus cosas y se iba, usando una toalla para taparse el bulto; se ve que se había agrandado de nuevo.

Durante toda la tarde estuvimos hablando las tres de lo que se venía a la noche. Nunca habíamos planeado estar juntas con un solo hombre, salvo a Victoria, que confesó que quería estar conmigo y otro hombre, ni se nos había cruzado por la cabeza. Y sonaba bien, sonaba a que iba a ser divertido y excitante.
En el hotel no había que preparar mucho: juntamos las camas y bajamos las luces.
No habíamos llevado mucha ropa, teníamos las prendas para salir, pero como ropa íntima, lo más sensual eran nuestras bikinis, así que nos las dejamos puestas bajo una linda prenda cada una: la de Victoria era una blusita blanca y un pantalón de jean bien cortito. La de Ana era un vestidito negro, muy corto. Y la mía era un top negro con una pollerita escocesa por arriba de las rodillas y unas medias rayadas, de dos colores: rojo y negro.
Martín llegó, golpeó la puerta. Yo y Ana estábamos en la cama. Improvisamos abrazarnos con miradas provocadoras. Él estaba muy bien vestido, quizá pensó en serio que íbamos a salir. Victoria lo hizo entrar y le ofreció algo de tomar. No aceptó.
Con sus manos en los bolsillos, miraba hacia todos los costados del cuarto y, cada tanto, preguntaba cómo andábamos, qué hacíamos… y esas cosas.
“Martín… callate” le dijo Ana, y pareció ofuscarse un poco. “¿Cuánto te mide el pene?” le pregunté. Victoria exclamó una carcajada y Martín prefirió no responder. “Dale… nunca la mediste, me vas a decir?”.
Se sentó en la cama, todavía sin saber mucho qué decir. Ana le tocaba la pierna con la punta de sus pies y Victoria se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, frente a él. “¿Estás bien?” le preguntó. Respondió que sí y antes de darse cuenta tenía la mano de Victoria acariciándole la parte interna de los muslos. A la vez que Ana le acariciaba la cola con los dedos de los pies. Yo decidí pararme y salir de la habitación un momento. Desde el otro cuarto, podía ver a Martín mirando cómo lo tocaban. Su bulto todavía no asomaba, las ropas eran menos insinuadoras. Decidí entrar de nuevo, pero en bikini.
Atraje su atención al instante, y mis dos amigas me imitaron.
No teníamos aceite de ningún tipo, así que aproveché que estaba parada y agarré un recipiente con agua y mucho jabón y una esponja del baño.
Cuando volví al cuarto las chicas estaban sentadas en el suelo, acariciándose el pelo y mirándose con cariño. Martín me miró y ya no traía esa cara de desconcierto y ofuscación. Mas bien era de picardía. Esa actitud estaba mucho mejor… pasé la esponja bien enjabonada por los pechos de mis amigas, aun tapados por los pequeños triángulos de sus bikinis. Ellas empezaron a frotarse mutuamente, tetas contra tetas. Martín sacó nuestro trofeo: era enorme, realmente más grande de lo que parecía con la sunga celeste. Me miró y me dijo “Ésta mide 23 centímetros” y se la señaló con la mirada. Fui directo a chuparla, no había ninguna otra cosa que hacer, era el momento.
Además de larga, era gruesa. Apenas me entraba en la boca… la saboreé, estaba salada, muy húmeda también. Creo que mis amigas hicieron un buen trabajo. Ellas seguían tocándose, se besaban. Yo tenía toda mi cabeza enfocada en ese pedazo gigante, pero igual tuve lugar para pensar en lo extraño que era lo de aquellas dos. Jamás hubiera pensado que quisieran tener sexo juntas, pero mucho menos que se quisieran besar con tanta furia. Ya no estaban fingiendo para excitar a Martín, estaban bien calientes y se empapaban una y otra vez con el agua enjabonada.
Quise meterme esa poronga hasta el fondo de mi boca, la quería por entero adentro…pero no podía, no llegaba. Era demasiado grande para mí. Empecé a juguetear con sus bolas, abrí los ojos y vi el miembro elevado junto a mi sien. Se me ocurrió compararla con mi cara y… ¡Uff..! ¡es casi tan grande como mi cabeza!.
Martín se empezó a levantar y sacármela de entre las manos. ¡No quería que se levante!, se la agarré con fuerza y la quise alcanzar con la boca, pero se levantó decidido y me dejó arrodillada.
Fue a pararse junto a mis amigas y la puso entre las tetas enjabonadas. Las 4 tetas le estaban dando un masaje inolvidable.. y yo quería seguir chupándola, así que me puse entre mis amigas y empecé a deslizar mi lengua con fuerza sobre el glande. Las chicas me animaban “¡¡Dale Vero…!! ¡chupá esa pija poderosa, Verito!”. Martín gimió con fuerza y las chicas se agolparon entre sí, peleando por quién recibía más leche. Yo no podía ser menos, así que empecé a competir, pero por suerte hubo para todas. Pocas veces vi tanta leche de una sola acabada. A Ana le había llenado la boca, y Victoria y yo teníamos suficiente para divertirnos haciendo globitos. Ellas se empezaron a besar y se pasaron el semen por todos lados. Después Ana me agarró y me dio un beso lechoso. Lo acepté con gusto.
Todavía traíamos las bikinis puestas, algo manchadas. Martín se había tirado en la cama, y era el momento que esperábamos: sabíamos que después de la primera, en la segunda iba a estar mucho más resistente. Le dimos un tiempo, mientras nos pegamos un baño cada una.
Cerca de una hora después, estábamos los 4 en la cama. Yo me tocaba la argolla, todavía pensando en esa pijota dentro mío. Ana me empezó a besar, y Victoria estaba con Martín. Le dije que viniera conmigo, que me chupara las tetas, y así lo hizo. Eran las dos chupándome los pezones por encima de la malla, mientras yo me tocaba el clítoris.
Por detrás de la cabeza de Ana, asomó Martín, y poco después el pedazo más rico de todas las vacaciones. Él no se había bañado, con lo que todavía la traía medio pegajosa. Dijo que necesitaba algo de lubricación, y las tres, como rebaño, fuimos a chupársela… todas queríamos el glande, pero la que más lo tuvo fue Ana, que parecía fuera de sí y lo pedía a gritos “¡¡Es mío!!, ¡Ahm!, ¡Si…papito, por Dios!”. Victoria estaba medio celosa, así que entró en el juego gritando “¡¡Perra!!, ¡dámela a mí, no seas egoísta…! ¡Ay, que te la como entera, si me entra!”. Yo preferí no hacer bulla, pero me metí por entre las dos bocas y, finalmente, logré hacerla entrar hasta mi garganta!. Me la saqué rápido, tosiendo. A Martín pareció gustarle eso y en seguida me agarró, me puso en cuatro y me penetró la argolla de una, hasta el fondo, sin preguntar ni pedir permiso. ¡Yo encantada!. Las chicas me tocaban las tetas por mis costados, y alguna de las manos se metió en mi culo. Primero con dos dedos, después con tres, y ahí entró una segunda mano, metiendo tres más.
Gemía poseída por un placer único. Creo que fue Martín el que lanzó un hilo de saliva caliente que cayó en la abertura de mi ano. Se sintió delicioso… manoteé de la mesa de luz mi consolador (siempre a mano) y se lo di a Ana. Me lo metió por la cola tantas veces como pudo hasta que me hizo acabar.
Martín de verdad se había vuelto resistente y estaba re caliente. La sacó y me tiró a un lado como si ya no le sirviera. Sentía que me temblaba de placer la pelvis. Mi cola se veía temblequear, apuntando a la escena: Martín se estaba garchando a Ana. Ella le había dado la cola, sin más, y gritaba como una loca. Todavía no sé cómo nadie vino a tocar la puerta. Victoria se tocaba los pezones, apenas asomados por los triángulos de la malla. Yo estaba exhausta, pero me acerqué a Victoria y reemplacé sus manos por las mías. Ella se dejó llevar hasta que escuchó que Martín gemía y todas supimos que iba a eyacular. Vicki se apresuró y le sacó la pija del culo a Ana. No se quería quedar sin su parte.
Le pegó unas cachetadas a Martín y éste se dejó un rato, riéndose. Después pareció dolerle y le agarró la muñeca con fuerza. La tiró en la cama y se la clavó, de frente. Ana no había acabado, pero se tocó un poco más con el consolador. A Victoria le faltaba bastante, así que la ayudé, chupándole las tetas, besándola y lamiéndole el cuello. Después empecé a chuparles la argolla y el pene, mientras éste la penetraba brutalmente. Les escupí y les pasé la lengua una y otra vez.
Martín ya no podía más, y Victoria dijo estar satisfecha. “Dónde querés que acabe” le preguntó agitado, y ella le respondió “En la cola.. arriba de la cola”. Martín la dio vuelta de un tirón y empezó a pajearse. Ana se aproximó, sin sacarse el consolador de la cola, y las dos empezamos a chupar con la punta de la lengua la cola de nuestra amiga y a nuestras propias bocas. La cama temblaba por la agitación de la paja de Martín. Ahí se veía ese glande de reojo, grande y fuerte, y todo brillante, mojado… Ahí venía… ahí venía… si….¡¡Siii!! ¡¡Otra de esas descargas salpicándonos todas!! La colita de mi amiga tenía un canal de leche y todavía le goteaba más del glande de Martín. Y nosotras con todas las mejillas salpicadas. Nos seguimos besando y nos restregamos los rostros contra la colita llena de semen de Victoria. Ella se pasó la mano, todavía teníamos las bikinis puestas, sólo que ella la traía corrida. Se llevo lo que pudo a la boca. Viendo eso, Martín agarró un vasito de vidrio y nos lo dio sin decir nada. Yo misma empecé a juntar todo ese semen caliente en el vaso. Ana se mojó los dedos y se los frotó en la concha, mirándolo a Martín con provocación. Victoria se dio vuelta y me sacó el vaso de las manos, haciéndose unas gárgaras y soltando un poco en una teta de Ana y en una mía. Las dos nos las empezamos a chupar con la punta de le lengua.
Lo que quedaba del vaso se volcó en la cama, porque Victoria lo apoyó sin fijarse. Yo misma me incliné y la succioné de entre las sábanas. Les mostré a todos que la tenía en la boca, me la tragué y les mostré la lengua limpita.
Martín se fue después de eso, pero tenemos su teléfono…

El profe y mi propuesta

Buenos Aires. 7 de agosto 2008

Esta es una historia de la que no me enorgullezco, pero puede ser disfrutada. Cambié el nombre de mi profesor, para que no hayan malos entendidos.
Fui su alumna en la universidad, hace unos años. Él me miraba todo el tiempo. A veces me daba cuenta yo, otras mis compañeros. Pero siempre fue como algo inocente.. realmente no me agradaba que lo hiciera, pues el tipo tendría unos cincuenta años y no mantenía la mejor de las formas. Era bastante gordito, algo canoso y con una barba prominente. Igual me caía simpático, era buen profesor y parecía buena persona.
En algún exámen, de los que repartía él, pre-fotocopiados, me puso una anotación en el margen de la hoja que decía “Si te puedo llevar a algún lado, entregame la hoja con el lado en blanco hacia arriba”. Obviamente presté mucha atención en hacer lo contrario. Me miró furtivamente, algo avergonzado y apenado. Por suerte no jugó contra mi calificación y en esa prueba me fue bien.
Pocos meses más tarde, y antes de que termine el año, se me acercó en un receso y tuvimos el siguiente diálogo:
Profesor Gustavo: “Verónica, ¿me puedo sentar con vos?”
Yo: “Si, profe.. claro”
Profe: “Sabés… lo que diga acá puede ser muy peligroso para mí si se enteran las autoridades de la institución… Vos sos muy buena alumna y la verdad tampoco quiero manchar tu carrera…”
Yo lo miraba atenta. Sabía lo que me iba a decir, e internamente preparaba excusas
Profe: “La verdad es que quiero tener algo con vos. Me volvés loco y ninguna mujer me provocó eso por años…”
Yo “Me siento muy halagada, profesor.. pero entienda que yo no puedo tener nada con usted… y…”
Profe: “Verónica, necesito tu cuerpo… puedo satisfacerte, te lo aseguro. Tal vez no tenga el mejor de los físicos y estoy entrado en años pero… mi experiencia…”
Sinceramente, su tono de voz amable y dulce me enternecía, pero tenía que pensar la forma de salir de la situación. Miré a mi alrededor y clavé los ojos en uno de mis compañeros. No era precisamente atractivo, ¡pero al menos era joven! y sabía que haría cualquier cosa que yo le pidiera, sin preguntar.
Le dije a mi profesor que no aceptaba la oferta, aunque sí quería negociar con él. Yo ya sabía que de otra forma iba a seguir acosándome cada vez más, o tal vez me haría perder el año. Le dije que lo invitaba a mi casa a él y al compañero de clases que él eligiera… y que nos podía mirar tener sexo y masturbarse. Era mi última oferta. Lo pensó unos instantes y luego aceptó, agregando que su condición sería que hiciéramos, a la vez, exactamente lo que él pidiera. Nos dimos las manos y cerramos trato.
Una semana más tarde, me dijo que había elegido al compañero. En los días pasados se había dado cita con todos ellos, y las mujeres nunca supimos por qué. Acordamos encontrarnos los tres el jueves mismo a la noche, en mi departamento.
El profesor Gustavo llegó media hora antes de lo esperado, pero no me agarró por sorpresa. Tenía una mesa bien preparada con velas y los platos listos. Todo bien ordenado y limpio e incluso había preparado un colchón en el suelo frente a un sillón, ¡donde sería la gran escena!. Yo me había vestido con un pantalón blanco, elegante, pero ajustado y bien finito, por el que se traslucía mi bombacha negra. Una musculosa rosada y bien escotada. Traía el corpiño puesto esta vez.
Me remarcó el mérito que veía en mi trabajo, y le admití que me causaba cierta emoción el momento. Que me sentía importante y excitante y bien perra.
Pronto llegó el chico. Yo no sabía a quién había elegido, ni por qué. Era Lucas. No era de lo mejor, pero tampoco de lo peor. Además era un chico algo tímido y sin duda lo prefería a él que al viejo profe.
Lucas parecía súper nervioso, pero en la comida se calmó. Parecía no entender del todo cómo iban a ser las cosas, así que decidí romper el hielo: “Lucas, ¿qué es lo más sucio que le hiciste a una mujer?”-. “No sé… besarla en el clítoris”, me respondió inseguro y tratando de guardar formas. “Lucas… hoy vas a cumplir todas tus fantasías…”, dijo alegremente el profe.
Lucas no salía de su asombro, pero profirió, mirándome a los ojos: “…con vos?”. Y con los ojos le dije que sí. Pareció excitarse.
Terminados de comer, el profe Gustavo fue quien tomó la iniciativa para empezar el ritual. Extrajo de su bolso unas cuantas velas y las colocó junto al colchón. Luego una prenda bastante peculiar, que me la tendió frente a la cara: “Vos vas a usar esto”: se trataba de un juego de lencería muy erótico, con portaligas, corpiño y bombacha calados, todo negro, y una especie de delantal de mucama para ponerse sobre la cintura. También traía una gargantilla de tela con una florcita blanca, y para la cabeza, también, una pequeña cofia de mucama. No pude resistir a decir “¿Me toca de mucamita hoy…?” y sonriéndome por dentro, le dirigí la mirada a Lucas “Vení… ponete cómodo que hoy tenés quien te limpie el polvo”.
Me vestí frente a ellos. El profesor estaba sentado en el sillón, y se había puesto unos anteojos. Junto a él tenía un rollo de papel higiénico y una botellita de aceite corporal.
Lucas me miraba mientras me vestía, y cuando vio uno de mis pechos salir del corpiño que traía, se enrojeció, pero creo que ahí entendió que todo era real, porque empezó a desvestirse.
Ya me había colocado el traje que el profe me había dado, y estaba lista, caminando hacia el colchón, viendo a Lucas acostado en él, tocándose por debajo del calzoncillo.
Gustavo empezaba a dirigir la escena: “Vero, ahora quiero que seas bien puta. Como una leona, quiero que lo violes con la boca, prácticamente…” Y eso hice. Lo tomé por los brazos, lo levanté y le hice posar sus manos sobre mi cola. Empecé a bailar en forma sensual, frotándome en su pierna mi vagina y en su torso mis pechos. Con la boca le chupé el cuello hasta dejarle marcas, y las orejas. Se retorcía del placer y las cosquillas que le producía.
Pude sentir que él mismo se la había sacado del calzoncillo, pero antes de poder hacer nada, se la guardé. Al tacto no parecía muy parada, pero me aguanté las ganas de verla. Seguí bailando, frotándome hasta bajar a su vientre. Le lamí todo el ombligo y el pecho. No era un muchacho muy musculoso, más bien algo flacucho y encorvado. Además, parecía medio torpe, no sabía muy bien qué hacer con sus manos, y sus movimientos eran algo secos. Empezaba a reducir mi excitación, pero lo empecé a tomar como “algo que debía hacer.. aunque deba fingir” me dije a mí misma.
Le bajé el calzoncillo antes de que se diera cuenta y la tenía ya en mi boca. El pene no era flácido, mas bien era pequeño. Mientras la chupaba me di cuenta de por qué el profesor lo había elegido.. imaginé que esas entrevistas de alumno por alumno habrían sido para investigarlos de alguna forma. Nunca supe muy bien cuál era pudo ser esa forma.
Hacía ya un tiempo que el profesor estaba callado. Lo noté porque dijo: “Chupala toda… ¡lamésela entera! El glande… vamos, vamos, ¡mirá esas bolas! ¡¡Lamele las bolas!! Siiii…” Parecía más excitado que Lucas. Decidí echar un ojo y ahí lo vi: el pene del profesor era gigantesco, estaba totalmente erecto, musculoso, venoso, con una ligera curvatura de las que me vuelven loca… y el glande tenía un grosor mucho mayor al resto del miembro. Estaba todo aceitado y veía como el profesor lo friccionaba de arriba hacia abajo.. lentamente y cada tanto con más entusiasmo.. Me volvió la calentura instantáneamente y ya mismo deseaba tener ese pene dentro mío.
Seguí jugando un tiempo con Lucas, incluso lo hice penetrarme por la cola, algo que él jamás había hecho, pero para mi, al menos con ese pitito, no era gran cosa… y sabía que a mi profesor lo iba a volver loco.
Mientras montaba a mi compañero, empecé a mirar fijamente la pija de Gustavo. Él miraba la penetración, y aun no caía en cuenta dónde posaban mis ojos. La deseaba… deseaba ese pedazo adentro mío. Lo miraba y me relamía. Saqué mi lengua y me mojé todos los labios, la torcí y la mordí con mis propios dientes mientras mantenía la mirada fija en esa poronga enorme y aceitada….
Estaba totalmente concentrada en ese glande prominente cuando sentí el líquido caliente de Lucas en mi culo… me excitó aún más, ¡y mi profesor eyaculó sobre el piso! “¡¡Nooo!!” grité, y me arrastré hasta mi profesor agarrándosela. Él se sorprendió un poco, pero se echó hacia atrás, exhausto. Lo llamé, entonces: “Profe…” y me miró con sus ojos satisfechos. Entonces para su sorpresa, me vio como me pasaba su leche, del suelo, por la cara, sin soltársela un instante. Hubo un momento en que parecía caer, pero pronto empezó a endurecerse de nuevo y se la chupé como seguro no se la habían chupado en años. Me agarró por los brazos y me subió encima. Corrí el delantal y lo dejé penetrarme muy suavemente… me lastimaba un poco. Tardé unos cuantos minutos en acostumbrarme y dejar que entre toda, y cuando lo hizo empezó a cogerme desenfrenadamente. No podía creer tanta energía de una persona tan mayor, y con un miembro tan grande adentro mío, haciéndome gozar como pocos lo habían logrado. Se movía con pasión y arte, de un lado hacia otro, la meneaba, se movía él o me movía a mi.. mil diferentes formas en una sola posición me enseñó el profesor… Me agarró bruscamente, me puso de pie y me inclinó el torso, haciéndome apoyar los codos en el sillón, mientras él me miraba la cola. Le rogué que no la pusiera por la cola, y me hizo caso. Seguía disfrutando por la vagina, pero desde atrás. Un pijazo tras otro, uno tras otro, y sus bolas golpeaban contra mí con la fuerza de un animal salvaje. Acabé una vez… y otra! ¡¡Me hizo acabar 3 veces seguidas!!.
Ahora ya estaba cansado, parado tras de mi, le dije que se quedara quieto, que yo lo ayudaba: empecé a mover mi pelvis, cogiéndome ese pedazo una y mil veces. A Gustavo le volvieron las fuerzas, y la sacó, rozando su glande contra mi ano, ya estaba en pos de meterla, y yo me callé la boca.
Ví que Lucas estaba vestido, pero se masturbaba sacándola por entre su pantalón. Eyaculó al mismo tiempo en que yo grité con todas mis fuerzas por el placer y por el dolor de la penetración anal. Gustavo la había puesto hasta la mitad, pero parecía un tronco grueso y firme que me estiraba más y más el agujero. Hizo tres penetraciones lentas, sin ponerla más que hasta la mitad, y yo no aguanté más. La saqué y se la puse entre mis tetas. Le hice todo lo que no pudo en mi ano con las tetas. Le masturbé esa cosa enorme como por 5 minutos más, mientras la escupía y la chupaba y la lamía con la punta de mi lengua.
Le pedí por favor que acabe, se lo pedí de mil formas y no había caso, él seguía como un potro con la pija entre mis pechos. “¿La querés…?” me preguntó excitado y controlador. Yo sólo quería suplicarle: “Si…!!... ¡¡Démela!! ¡¡¡Deme toda su leche, profe!!! ¡¡Deme su leche!!”
Me hizo abrir la boca y acepté agradecida. Me la llenó de semen. Tiró toda su carga con una puntería asombrosa en mi boca. La llenó hasta el borde.
Agarré el papel higiénico del sillón y empecé a escupir el semen, mientras Gustavo me preguntó “¿No te animás a tragarla..?”. Me saqué igual una buena parte con el papel, y le mostré la punta de la lengua, que aun me quedaba un poco. Me dio la aprobación y me la tragué. Le mostré la lengua limpita y se empezó a vestir…. “No se vas a ir con esa pija tan sucia…” le dije, y se la agarré, chupándosela toda, dejándosela bien limpia.
Después de un rato, ambos se fueron.
A Lucas no lo volví a ver más. Dejó la facultad, o algo… y con el profe Gustavo, es el día de hoy que nos seguimos encontrando.