El profe y mi propuesta

Buenos Aires. 7 de agosto 2008

Esta es una historia de la que no me enorgullezco, pero puede ser disfrutada. Cambié el nombre de mi profesor, para que no hayan malos entendidos.
Fui su alumna en la universidad, hace unos años. Él me miraba todo el tiempo. A veces me daba cuenta yo, otras mis compañeros. Pero siempre fue como algo inocente.. realmente no me agradaba que lo hiciera, pues el tipo tendría unos cincuenta años y no mantenía la mejor de las formas. Era bastante gordito, algo canoso y con una barba prominente. Igual me caía simpático, era buen profesor y parecía buena persona.
En algún exámen, de los que repartía él, pre-fotocopiados, me puso una anotación en el margen de la hoja que decía “Si te puedo llevar a algún lado, entregame la hoja con el lado en blanco hacia arriba”. Obviamente presté mucha atención en hacer lo contrario. Me miró furtivamente, algo avergonzado y apenado. Por suerte no jugó contra mi calificación y en esa prueba me fue bien.
Pocos meses más tarde, y antes de que termine el año, se me acercó en un receso y tuvimos el siguiente diálogo:
Profesor Gustavo: “Verónica, ¿me puedo sentar con vos?”
Yo: “Si, profe.. claro”
Profe: “Sabés… lo que diga acá puede ser muy peligroso para mí si se enteran las autoridades de la institución… Vos sos muy buena alumna y la verdad tampoco quiero manchar tu carrera…”
Yo lo miraba atenta. Sabía lo que me iba a decir, e internamente preparaba excusas
Profe: “La verdad es que quiero tener algo con vos. Me volvés loco y ninguna mujer me provocó eso por años…”
Yo “Me siento muy halagada, profesor.. pero entienda que yo no puedo tener nada con usted… y…”
Profe: “Verónica, necesito tu cuerpo… puedo satisfacerte, te lo aseguro. Tal vez no tenga el mejor de los físicos y estoy entrado en años pero… mi experiencia…”
Sinceramente, su tono de voz amable y dulce me enternecía, pero tenía que pensar la forma de salir de la situación. Miré a mi alrededor y clavé los ojos en uno de mis compañeros. No era precisamente atractivo, ¡pero al menos era joven! y sabía que haría cualquier cosa que yo le pidiera, sin preguntar.
Le dije a mi profesor que no aceptaba la oferta, aunque sí quería negociar con él. Yo ya sabía que de otra forma iba a seguir acosándome cada vez más, o tal vez me haría perder el año. Le dije que lo invitaba a mi casa a él y al compañero de clases que él eligiera… y que nos podía mirar tener sexo y masturbarse. Era mi última oferta. Lo pensó unos instantes y luego aceptó, agregando que su condición sería que hiciéramos, a la vez, exactamente lo que él pidiera. Nos dimos las manos y cerramos trato.
Una semana más tarde, me dijo que había elegido al compañero. En los días pasados se había dado cita con todos ellos, y las mujeres nunca supimos por qué. Acordamos encontrarnos los tres el jueves mismo a la noche, en mi departamento.
El profesor Gustavo llegó media hora antes de lo esperado, pero no me agarró por sorpresa. Tenía una mesa bien preparada con velas y los platos listos. Todo bien ordenado y limpio e incluso había preparado un colchón en el suelo frente a un sillón, ¡donde sería la gran escena!. Yo me había vestido con un pantalón blanco, elegante, pero ajustado y bien finito, por el que se traslucía mi bombacha negra. Una musculosa rosada y bien escotada. Traía el corpiño puesto esta vez.
Me remarcó el mérito que veía en mi trabajo, y le admití que me causaba cierta emoción el momento. Que me sentía importante y excitante y bien perra.
Pronto llegó el chico. Yo no sabía a quién había elegido, ni por qué. Era Lucas. No era de lo mejor, pero tampoco de lo peor. Además era un chico algo tímido y sin duda lo prefería a él que al viejo profe.
Lucas parecía súper nervioso, pero en la comida se calmó. Parecía no entender del todo cómo iban a ser las cosas, así que decidí romper el hielo: “Lucas, ¿qué es lo más sucio que le hiciste a una mujer?”-. “No sé… besarla en el clítoris”, me respondió inseguro y tratando de guardar formas. “Lucas… hoy vas a cumplir todas tus fantasías…”, dijo alegremente el profe.
Lucas no salía de su asombro, pero profirió, mirándome a los ojos: “…con vos?”. Y con los ojos le dije que sí. Pareció excitarse.
Terminados de comer, el profe Gustavo fue quien tomó la iniciativa para empezar el ritual. Extrajo de su bolso unas cuantas velas y las colocó junto al colchón. Luego una prenda bastante peculiar, que me la tendió frente a la cara: “Vos vas a usar esto”: se trataba de un juego de lencería muy erótico, con portaligas, corpiño y bombacha calados, todo negro, y una especie de delantal de mucama para ponerse sobre la cintura. También traía una gargantilla de tela con una florcita blanca, y para la cabeza, también, una pequeña cofia de mucama. No pude resistir a decir “¿Me toca de mucamita hoy…?” y sonriéndome por dentro, le dirigí la mirada a Lucas “Vení… ponete cómodo que hoy tenés quien te limpie el polvo”.
Me vestí frente a ellos. El profesor estaba sentado en el sillón, y se había puesto unos anteojos. Junto a él tenía un rollo de papel higiénico y una botellita de aceite corporal.
Lucas me miraba mientras me vestía, y cuando vio uno de mis pechos salir del corpiño que traía, se enrojeció, pero creo que ahí entendió que todo era real, porque empezó a desvestirse.
Ya me había colocado el traje que el profe me había dado, y estaba lista, caminando hacia el colchón, viendo a Lucas acostado en él, tocándose por debajo del calzoncillo.
Gustavo empezaba a dirigir la escena: “Vero, ahora quiero que seas bien puta. Como una leona, quiero que lo violes con la boca, prácticamente…” Y eso hice. Lo tomé por los brazos, lo levanté y le hice posar sus manos sobre mi cola. Empecé a bailar en forma sensual, frotándome en su pierna mi vagina y en su torso mis pechos. Con la boca le chupé el cuello hasta dejarle marcas, y las orejas. Se retorcía del placer y las cosquillas que le producía.
Pude sentir que él mismo se la había sacado del calzoncillo, pero antes de poder hacer nada, se la guardé. Al tacto no parecía muy parada, pero me aguanté las ganas de verla. Seguí bailando, frotándome hasta bajar a su vientre. Le lamí todo el ombligo y el pecho. No era un muchacho muy musculoso, más bien algo flacucho y encorvado. Además, parecía medio torpe, no sabía muy bien qué hacer con sus manos, y sus movimientos eran algo secos. Empezaba a reducir mi excitación, pero lo empecé a tomar como “algo que debía hacer.. aunque deba fingir” me dije a mí misma.
Le bajé el calzoncillo antes de que se diera cuenta y la tenía ya en mi boca. El pene no era flácido, mas bien era pequeño. Mientras la chupaba me di cuenta de por qué el profesor lo había elegido.. imaginé que esas entrevistas de alumno por alumno habrían sido para investigarlos de alguna forma. Nunca supe muy bien cuál era pudo ser esa forma.
Hacía ya un tiempo que el profesor estaba callado. Lo noté porque dijo: “Chupala toda… ¡lamésela entera! El glande… vamos, vamos, ¡mirá esas bolas! ¡¡Lamele las bolas!! Siiii…” Parecía más excitado que Lucas. Decidí echar un ojo y ahí lo vi: el pene del profesor era gigantesco, estaba totalmente erecto, musculoso, venoso, con una ligera curvatura de las que me vuelven loca… y el glande tenía un grosor mucho mayor al resto del miembro. Estaba todo aceitado y veía como el profesor lo friccionaba de arriba hacia abajo.. lentamente y cada tanto con más entusiasmo.. Me volvió la calentura instantáneamente y ya mismo deseaba tener ese pene dentro mío.
Seguí jugando un tiempo con Lucas, incluso lo hice penetrarme por la cola, algo que él jamás había hecho, pero para mi, al menos con ese pitito, no era gran cosa… y sabía que a mi profesor lo iba a volver loco.
Mientras montaba a mi compañero, empecé a mirar fijamente la pija de Gustavo. Él miraba la penetración, y aun no caía en cuenta dónde posaban mis ojos. La deseaba… deseaba ese pedazo adentro mío. Lo miraba y me relamía. Saqué mi lengua y me mojé todos los labios, la torcí y la mordí con mis propios dientes mientras mantenía la mirada fija en esa poronga enorme y aceitada….
Estaba totalmente concentrada en ese glande prominente cuando sentí el líquido caliente de Lucas en mi culo… me excitó aún más, ¡y mi profesor eyaculó sobre el piso! “¡¡Nooo!!” grité, y me arrastré hasta mi profesor agarrándosela. Él se sorprendió un poco, pero se echó hacia atrás, exhausto. Lo llamé, entonces: “Profe…” y me miró con sus ojos satisfechos. Entonces para su sorpresa, me vio como me pasaba su leche, del suelo, por la cara, sin soltársela un instante. Hubo un momento en que parecía caer, pero pronto empezó a endurecerse de nuevo y se la chupé como seguro no se la habían chupado en años. Me agarró por los brazos y me subió encima. Corrí el delantal y lo dejé penetrarme muy suavemente… me lastimaba un poco. Tardé unos cuantos minutos en acostumbrarme y dejar que entre toda, y cuando lo hizo empezó a cogerme desenfrenadamente. No podía creer tanta energía de una persona tan mayor, y con un miembro tan grande adentro mío, haciéndome gozar como pocos lo habían logrado. Se movía con pasión y arte, de un lado hacia otro, la meneaba, se movía él o me movía a mi.. mil diferentes formas en una sola posición me enseñó el profesor… Me agarró bruscamente, me puso de pie y me inclinó el torso, haciéndome apoyar los codos en el sillón, mientras él me miraba la cola. Le rogué que no la pusiera por la cola, y me hizo caso. Seguía disfrutando por la vagina, pero desde atrás. Un pijazo tras otro, uno tras otro, y sus bolas golpeaban contra mí con la fuerza de un animal salvaje. Acabé una vez… y otra! ¡¡Me hizo acabar 3 veces seguidas!!.
Ahora ya estaba cansado, parado tras de mi, le dije que se quedara quieto, que yo lo ayudaba: empecé a mover mi pelvis, cogiéndome ese pedazo una y mil veces. A Gustavo le volvieron las fuerzas, y la sacó, rozando su glande contra mi ano, ya estaba en pos de meterla, y yo me callé la boca.
Ví que Lucas estaba vestido, pero se masturbaba sacándola por entre su pantalón. Eyaculó al mismo tiempo en que yo grité con todas mis fuerzas por el placer y por el dolor de la penetración anal. Gustavo la había puesto hasta la mitad, pero parecía un tronco grueso y firme que me estiraba más y más el agujero. Hizo tres penetraciones lentas, sin ponerla más que hasta la mitad, y yo no aguanté más. La saqué y se la puse entre mis tetas. Le hice todo lo que no pudo en mi ano con las tetas. Le masturbé esa cosa enorme como por 5 minutos más, mientras la escupía y la chupaba y la lamía con la punta de mi lengua.
Le pedí por favor que acabe, se lo pedí de mil formas y no había caso, él seguía como un potro con la pija entre mis pechos. “¿La querés…?” me preguntó excitado y controlador. Yo sólo quería suplicarle: “Si…!!... ¡¡Démela!! ¡¡¡Deme toda su leche, profe!!! ¡¡Deme su leche!!”
Me hizo abrir la boca y acepté agradecida. Me la llenó de semen. Tiró toda su carga con una puntería asombrosa en mi boca. La llenó hasta el borde.
Agarré el papel higiénico del sillón y empecé a escupir el semen, mientras Gustavo me preguntó “¿No te animás a tragarla..?”. Me saqué igual una buena parte con el papel, y le mostré la punta de la lengua, que aun me quedaba un poco. Me dio la aprobación y me la tragué. Le mostré la lengua limpita y se empezó a vestir…. “No se vas a ir con esa pija tan sucia…” le dije, y se la agarré, chupándosela toda, dejándosela bien limpia.
Después de un rato, ambos se fueron.
A Lucas no lo volví a ver más. Dejó la facultad, o algo… y con el profe Gustavo, es el día de hoy que nos seguimos encontrando.

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